Casi todos los países tienen orígenes tan remotos que es difícil fijar su punto de partida. EE.UU., en cambio, tiene un proceso de gestación claro, porque el país comenzó como un experimento político y resultó siendo uno de los más exitosos de la historia. Sin embargo, precisamente por eso EE.UU. adolece de una costumbre sana: aprender de otros pueblos. Como anotó el analista canadiense Michael Ignatieff: “hasta hace muy poco los americanos creían que su democracia era tan excepcional que no tenían nada que aprender de otros países”.
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Casi todos los países tienen orígenes tan remotos que es difícil fijar su punto de partida. EE.UU., en cambio, tiene un proceso de gestación claro, porque el país comenzó como un experimento político y resultó siendo uno de los más exitosos de la historia. Sin embargo, precisamente por eso EE.UU. adolece de una costumbre sana: aprender de otros pueblos. Como anotó el analista canadiense Michael Ignatieff: “hasta hace muy poco los americanos creían que su democracia era tan excepcional que no tenían nada que aprender de otros países”.
Ese tiempo se acabó. Porque lo que más necesita EE.UU. ahora es aprender las lecciones de otros pueblos y seguirles el ejemplo en los temas donde les llevan ventaja, pues la solución a sus problemas ya está inventada.
Por ejemplo: en el control de armas. Aquí no hay misterio. La razón por la cual hay tantas matanzas en colegios en EE.UU., y tantos suicidios y masacres, es por la exitosa y criminal acción de un solo grupo de presión, la NRA, y por la falta de legislación en torno al uso y la posesión de armas de fuego. Aquí el país podría seguir el ejemplo de Japón, porque mientras que en los últimos nueve años ha habido 288 masacres en colegios con armas de fuego en EE.UU., en Japón ha habido 0. Y la razón es porque allá las leyes son tan severas en este tema, y están diseñadas para que el proceso de obtener una licencia para poseer un arma es tan engorroso y complejo, que casi nadie posee armas de fuego, y ni siquiera la mafia japonesa, la yakuza, las usa. La ecuación es elemental: cuantas menos armas tiene un país menos muertes hay por armas de fuego. Por eso cada país que ha endurecido sus leyes en este tema, como Alemania, Francia, Australia, etc., ha visto sus números de muertes violentas caer a casi nada. El único país avanzado que sigue en la mismas es EE.UU., y sus jóvenes están pagando el precio en sangre.
En humanizar su capitalismo. Aquí EE.UU. podría seguir el ejemplo de Dinamarca. No para volver el país socialista, sino para reducir la desigualdad que está acabando con el tejido social, y para que su espíritu empresarial siga floreciendo, pero con los excesos del capitalismo matizados. Para producir, en fin, una sociedad más próspera e igualitaria, y ante todo más justa.
En reformar su sistema político. Aquí EE.UU. podría seguir el ejemplo de Canadá e Inglaterra, que cuentan con una exitosa legislación que impide que pocos sectores tengan una influencia indebida en el proceso democrático, como los multimillonarios que en EE.UU. ejercen un peso desproporcional en las elecciones. Por ello éstos logran moldear la agenda nacional, basada en odios partidistas y en el fanatismo de esos mismos sectores. Basta pensar en la injerencia que han tenido los hermanos Koch en las últimas décadas.
Hay muchos ejemplos más. Lo importante es entender que los tiempos de creerse excepcional y pensar que no hay nada que aprender de otros pueblos se acabaron hace rato. EE.UU. está sufriendo demasiado problemas, y son demasiado graves, para no corregirlos ya. Y lo podría hacer con relativa facilidad. Sólo tendría que mirar los casos exitosos de otras culturas, aprender sus lecciones y poner en práctica sus soluciones. Pero para ello se requiere algo de humildad y autocrítica. Y eso es, justamente, lo que no hay en este momento en el país.