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El problema no es la polarización

Juan Carlos Botero

26 de septiembre de 2025 - 12:05 a. m.

Es la enemistad.

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Gran parte de nuestros líderes y de nuestros candidatos presidenciales practican un tipo de política basada en los peores sentimientos. Sentimientos de rabia, odio, agresión y descalificación: rechazo visceral a quien piensa distinto. No todos son iguales, cierto, pero muchos tienen esto en común: dividen el mundo entre buenos y malos, siendo ellos los buenos y malos los demás. Pero aquellos no sólo son malos. Son, ante todo, enemigos.

Esa visión suele ser apocalíptica. Si ganan los otros, se acaba el mundo. Y ellos son los únicos que nos pueden salvar del abismo.

Seamos claros: la polarización no siempre es negativa. Es parte de la democracia, donde las disputas públicas a menudo son intensas. Ahí no está el peligro. Se puede debatir y hasta convivir con quien piensa distinto, con quien practica una religión o una forma de amar diferentes, o quien tiene una ideología opuesta. Pero si el otro es un enemigo que representa una amenaza existencial, solo hay una opción: eliminarlo antes de que aquel lo elimine a uno. Ahí empieza la violencia.

Por eso sorprende la retórica de varios candidatos presidenciales. Sus palabras gotean odio y sus propuestas destilan ánimos vengativos. Sus discursos se basan en el resentimiento, en cuentas por saldar, en gestiones anteriores que hay que borrar. Algunos hasta prometen una lluvia de balas, olvidando –o ignorando– que uno de nuestros peores males es la tormenta de bala. Su identidad no se basa en sus ideas sino en sus desprecios.

Todo esto lleva a una sola salida: una ruptura, un divorcio nacional.

Lo que Colombia más necesita es lo contrario: discursos que unan, que no partan del odio sino de la aceptación del otro como diferente, no como un enemigo. Una visión esperanzadora del futuro, que señale lo que podemos hacer juntos como colombianos, que hable de retos comunes y metas compartidas. ¿Cuántos candidatos ofrecen algo así? ¿Cuántos no ofrecen su larga lista de rencores que no perdonan ni olvidan? Son maestros en el arte del insulto y la descalificación, en cultivar rencores y en hablar el idioma del odio. Así no progresa un país.

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El problema es que estamos condenados a vivir juntos. Por distintas que sean nuestras políticas o por contrarios que sean nuestros sueños de la nación, navegamos todos en la misma nave. Nos guste o no, la coexistencia es forzada. Porque el divorcio de la pareja puede ser brutal, pero el de un país es un tifón de sangre.

Aun así, el problema no solo está en tantos candidatos. Muchos otros, empezando con el presidente Petro, practican la política del desprecio y la división. No buscan unir o reconciliar y ondean banderas de la muerte y usan símbolos que azuzan odios y violencias. Y cuando ocurren atrocidades en el ambiente que ellos mismos han ayudado a generar, son los primeros que se declaran sorprendidos, y en seguida prometen investigaciones exhaustivas para identificar a los culpables. Usan un solo espejo: el retrovisor. Pero jamás se miran en otros ni se preguntan si ellos han colaborado, de una forma u otra, en crear espacios de miedo y rabia. Espacios donde el otro no es un compatriota que piensa distinto, es un enemigo que se debe eliminar. Y olvidan que la violencia nunca nace en el vacío.

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Por eso, como he oído desde niño, estamos como estamos.

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@JuanCarBotero

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