Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
¿Cómo soluciona un gobierno su crisis de impopularidad?
Buscando a un enemigo. Y si no lo tiene a la mano, lo puede inventar.
Es el recurso habitual. Y en el caso de Gustavo Petro, esta táctica es tan transparente que si no fuera tan irresponsable, sería gracioso.
Pero no lo es. Porque el desprestigio de su gobierno tiene muchas causas. Una falta total de liderazgo que se manifiesta en el desorden de su gabinete, con sus ministros arrojándose manotadas de lodo y acudiendo a los medios de la oposición para pelear en público. Una avalancha de tutelas debido al fracaso en la salud, con filas de pacientes desesperados por medicinas e implorando citas médicas. Una crisis energética autoinducida, al punto que, siendo un país rico en gas, tenemos que importarlo. Y una alarmante crisis de orden público, con un aumento de la insurgencia en más de un 45 %, y más de un millón de personas que se han ido del país en tres años, según The Economist. Como lo mostró la revista en una gráfica contundente, Colombia está pintada de rojo, indicando la multiplicación de grupos armados ilegales. No sé en cuántas plazas Petro ha defendido su fallida Paz total. Pero esa gráfica revela que una imagen vale más que mil discursos presidenciales.
¿Qué hacer entonces? Como el presidente no puede admitir el fracaso de sus políticas, pero tampoco puede arreglar tantos problemas, busca un enemigo. Es lo habitual, como digo. Hacerse la víctima acosada por fuerzas imperialistas, empresarios diabólicos, medios injustos y opositores corruptos. Por eso busca pelear con Donald Trump, sin medir los costos económicos que una represalia de Estados Unidos le pueda generar a Colombia. Es más lucrativo políticamente, y sirve para agitar las bases y echar discursos incendiarios, hacerse el perseguido por el coloso del norte. Y si eso no resulta, entonces le declara la guerra al sector privado, que siempre rinde frutos políticos. Y si eso tampoco basta, entonces se declara enemigo de Netanyahu y se abandera de la causa Palestina para aparentar una empatía inventada, lo cual es infame.
Quiero ser claro. El exterminio de Gaza es intolerable y Netanyahu es un asesino. Pero Petro está usando el sufrimiento de millones de palestinos para sus fines políticos, exprimiendo uno de los peores crímenes de nuestra era para, en teoría, posar de solidario. De ahí las marchas y el vandalismo de manifestantes protestando en Colombia a favor de Palestina, cuando apuesto que la mayoría de los encapuchados ni siquiera podrían ubicar a Gaza en un mapa. Todo eso es agitación electoral e intimidación. Y es inaceptable. Es indignarse con temas lejanos para hacerle el quite a los problemas nacionales, como la crisis en el Catatumbo. Porque es mejor apoyar causas ajenas que encarar fracasos internos.
Lo cierto es lo siguiente: Colombia necesita un líder, no una víctima. Un jefe de Estado, no un mártir. Un dirigente, no un quejoso. Un servidor público, no un hablador. Un mandatario, no un irresponsable. Necesita, en fin, un presidente.
En cambio, para animar sus bases, Petro prefiere fabricar un enemigo. La ironía es que el verdadero enemigo lo tiene cerca. Bastaría mirarse en un espejo para comprobar su propia ineptitud. Y así no tendría que usar el dolor de palestinos y colombianos para ocultar el fracaso de su gobierno.
