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Ante tanto tropiezo del Gobierno, lo que llama la atención son las excusas que se esgrimen para justificar la falta de resultados.
Que 200 años de corrupción no se acaban en cuatro. Que el presidente gobierna pero no ejerce el poder. Que tiene a los medios en contra. Que la oposición les pone palos a las ruedas del Estado. Que los dueños del país, oligarcas corruptos, protegen sus privilegios y no permiten las acciones del Gobierno. Etc., etc.
Es rara esa actitud. El presidente y el Pacto Histórico parecen, a diario, sorprendidos con el ejercicio de la oposición. Y es raro porque la izquierda duró años practicándola. ¿Qué esperaba al llegar al poder? ¿Un camino suave y asfaltado?
Esa actitud no es coherente. De un lado, el Gobierno se la pasa tratando de convencer a la ciudadanía de que sí ha hecho mucho. Pero luego dice que no lo dejan actuar. ¿Entonces cómo logra todo lo que supuestamente hace, si no lo dejan? Pasaron la reforma pensional en el Senado. ¿Cómo hicieron? ¿En unos casos la oposición deja y en otros no?
Además, no es cierto. Un grave problema de este Gobierno es la falta de ejecución y el único culpable de ese resultado es el Gobierno mismo, pues la ejecución de cada cartera no depende de lo que otros permiten, sino de la capacidad de poner en marcha el plan del Gobierno. ¿Acaso que el Ministerio de la Igualdad no haya ejecutado siquiera el 1 % de su presupuesto es culpa de los críticos de Petro?
Son excusas pobres y peligrosas. Porque todas aluden a una principal: el jefe de Estado no es responsable de los resultados. Otros son los culpables. El presidente trata y trata. Pero los malos no lo dejan. Petro y su equipo son víctimas. Y la víctima, dice Harari, no es responsable de lo que le pasa. Su destino está en manos de otros.
Por favor. Qué poco conocimiento de la Historia refleja esa actitud. ¿Acaso los grandes líderes que sí lograron cambios admirables lo hicieron porque otros se los permitieron? ¿Porque la tuvieron fácil? ¿Qué tal la oposición que padecieron Lincoln, Gandhi, Mandela, Churchill, Bolívar? Petro se presenta como uno de estos líderes, de talla mundial, pero aquellos lograron cambios formidables teniendo todo en contra. Y no se quejaron. Estuvieron a la altura del reto histórico. Por eso las excusas del presidente no convencen. Porque un verdadero estadista vence los obstáculos y no los señala como razones para no triunfar. En eso consiste, justamente, la prueba de su liderazgo.
Hay dos formas de ejercer el poder. Una es logrando resultados, cambios reales que mejoran la calidad de vida del pueblo, combatiendo de manera tangible problemas como la inseguridad y la pobreza. O sea: haciendo la dura tarea de gobernar, lograr consensos, pasar leyes y reformas viables. Otra es acudir a la tarima para quejarse y culpar a otros. Para seguir en campaña, prometiendo nuevos cambios en el futuro, cuando los malos lo dejen. Y así pasan los años y se pierde otra oportunidad para mejorar el país y validar la causa progresista, no con base en promesas etéreas sino en resultados medibles.
El deber de un presidente que se proclama del pueblo no es presentarse como una víctima impotente, sino ayudarle a su pueblo. Pero de verdad. Con hechos. No culpando a otros. Y menos con excusas que, repito, ya no convencen a nadie.
