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Gustavo Petro se quitó la máscara

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Juan Carlos Botero
18 de julio de 2025 - 05:05 a. m.
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Creímos que Gustavo Petro era un demócrata. Respetuoso de la institucionalidad, del Estado de Derecho y de las reglas de juego de la democracia. Pero ahora que se agota el tiempo de su mandato, sin que él haya sido capaz de cumplir con sus promesas de campaña, persuadir al Congreso de pasar sus reformas e impedir el estallido de crisis autoinfligidas, Petro ha radicalizado su discurso y se acaba de quitar la máscara para mostrar su verdadero rostro: el de un autócrata en ciernes.

Por falta de liderazgo reina el caos en este gobierno. El mandatario acusa a sus ministros de traicionarlo. Funcionarios y exfuncionarios actúan como caníbales, y ni siquiera respetan a la vicepresidenta. Se cambian ministros a velocidad de vértigo, y cada cartera es víctima de la improvisación, de la falta de ejecución y la falta de memoria institucional. Llevamos tres cancilleres en tres años, y vamos para el cuarto.

La suma de errores, torpezas y tropiezos de este gobierno es infinita. Hay crisis en la salud, en la producción de energía, en el orden público, en el acceso a la educación y en las relaciones internacionales. El país pierde la calificación de dos agencias crediticias y la línea de crédito del FMI. El presidente postea fotos de una obra en La Guajira y resulta que es en Kansas. El país se quedará sin pasaportes por culpa del Jefe de Estado, quien pone en peligro la economía y las relaciones con Estados Unidos por un trino impulsivo, escrito al filo de la madrugada. El mayor talento de Gustavo Petro es su capacidad de encontrar culpables de sus fracasos. Y así no se gobierna un país.

Al comienzo, el mandatario se rodeó de gente seria. Eso duró meses. Hoy se rodea de lacayos, listos a hacer lo que sea con tal de promover la agenda del presidente. Seres indignos como Armando Benedetti y Alfredo Saade, el uno acusado de violencia de género, y el otro famoso por quejarse de “exceso de democracia” y por proponer cerrar el Congreso, son sus colaboradores más cercanos. Ahora los únicos requisitos para trabajar en este gobierno son la obediencia a ciegas, o conocer secretos explosivos.

Gustavo Petro maniató y desfinanció a las Fuerzas Armadas, y toleró que grupos ilegales crecieran y se tomaran vastos territorios del país. No le molesta el secuestro de soldados y policías, y mientras echa discursos sobre Gaza y el cambio climático, permite que el Cauca y el Catatumbo ardan en llamas. Tampoco le incomoda que el pueblo no tenga acceso a médicos o medicinas, por la crisis de salud provocada por el mismo gobierno, ni que escasee el gas o que su gestión esté lastrada por escándalos de corrupción.

¿Este era el famoso cambio prometido?

Para rematar, ahora el presidente pone en duda la transparencia de las elecciones del 2026. Esta es una vieja táctica populista. Está abonando el terreno para cuestionar la validez del resultado electoral y no aceptar su probable derrota. Si Petro o su candidato ganan las elecciones, estas fueron limpias y legítimas. Si las pierden, es porque fueron fraudulentas e ilegítimas.

Lo único bueno de todo esto es que ya sabemos a qué atenernos y qué podemos esperar del presidente. A partir de hoy no se le puede creer una sola palabra a Gustavo Petro. El mandatario quiere permanecer en el poder como sea. Y depende de todos nosotros que lo haga o no.

@JuanCarBotero

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