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Lástima la locura

Juan Carlos Botero

09 de noviembre de 2023 - 09:05 p. m.

El presidente Petro fue elegido para proponer y realizar una serie de reformas urgentes y un cambio social que el país pedía, y sigue pidiendo, a gritos.

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La necesidad del cambio y de las reformas no se discute, pues la tarea de combatir la pobreza y la desigualdad en Colombia no da espera. El gran problema es que el presidente no ha entendido lo primero: que él tenía que dejar su papel de revolucionario para asumir el papel de reformador. Porque un revolucionario quiere acabar con mucho, si no todo, y empezar de nuevo. De cero. Pero lo que necesita Colombia es construir sobre todo lo que se ha logrado mediante reformas prácticas. No una revolución. Y eso explica el segundo error de Gustavo Petro: introducir una dosis de irrealidad o insensatez en sus propuestas que las torna inviables e indefendibles.

No dudo de las buenas intenciones del presidente. Pienso que en cada tema él tenía el corazón en el lugar correcto. Pero la cabeza, por una falencia o terquedad ideológica, claramente estaba en el lugar equivocado.

Por ejemplo, es loable su postura frente al cambio climático. Pero declararle la guerra al petróleo en aras de combatir el problema ambiental, en un país como Colombia cuyos ingresos dependen de los hidrocarburos, es una locura.

El sistema de salud de Colombia tiene mucho de bueno y mucho que se puede mejorar, y el presidente tiene razón en que se necesita una reforma urgente. Pero intentar estatizar la salud es un despropósito, y proponer eliminar las EPS en el país, sin que el Estado tenga la infraestructura para reemplazarlas, es un suicidio.

Es bienvenida una reforma laboral. Pero una que ante todo beneficiaría a los trabajadores formales y sindicalizados, que son apenas el 5 % de la fuerza laboral, mientras que aumentaría el desempleo y la informalidad, es un contrasentido.

Colombia es un país atormentado por la violencia, y aplaudo que el presidente pensara en grande a la hora de diseñar su proceso de paz. Pero proponer la Paz Total, la cesación de todos los frentes de conflicto con todos los grupos ilegales (cosa que no se ha hecho jamás en ningún país del mundo), es una irrealidad. Más aún, había que actuar con generosidad hacia los rebeldes en aras de lograr la paz. Pero atarles las manos a las FF. AA., impidiendo que estas combatan a disidencias, levantados en armas y autodefensas (lo cual ha aumentado la inseguridad a niveles alarmantes), no es generosidad. Es renunciar a la primera tarea de todo Estado, que es garantizar la seguridad ciudadana.

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Es natural que el presidente desee comunicarse con el pueblo mediante las redes sociales. Pero su uso excesivo de parte del presidente, sin tiempo de pulir el lenguaje, las ideas, los datos o la ortografía, es un peligro. Hoy nuestra Cancillería parece superflua y la agenda internacional la define el presidente a través de Twitter, pues hay días en que Petro escribe 120 trinos seguidos. El presidente no es un ciudadano más, libre de opinar sin medir las consecuencias. Su palabra representa al Estado colombiano, y son incontables los errores cometidos por el presidente por su falta de moderación en el uso de Twitter.

Por decir, una cosa es defender grupos marginados por las grandes potencias, como es la causa del pueblo palestino. Pero de ahí a ser incapaz de condenar el acto de terrorismo atroz e injustificado de Hamás, y decir que Israel es un régimen nazi y comparar sus acciones con Auschwitz, es una demencia.

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Aplaudo que el presidente busque salidas audaces a problemas serios. Pero decir que hay que combatir el narcotráfico “a punta de amor” es una ridiculez.

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Una cosa es tomarse el tiempo para nombrar gente idónea en cargos técnicos y administrativos. Pero otra es que muchos puestos cruciales sigan vacantes, y que una entidad tan importante como la CREG no tenga suficientes miembros para tomar decisiones básicas y cruciales, y más con el fenómeno de El Niño oficialmente encima, es una irresponsabilidad.

Por todo esto digo: lástima la locura. Porque esas dosis de irrealidad e insensatez han imposibilitado el cambio. Y no, los verdaderos culpables no son la oligarquía, la prensa, los corruptos, el neoliberalismo y los demás chivos expiatorios a los que acude el presidente para justificar la falta de resultados. El problema está en el Gobierno y en la asombrosa incapacidad de autocrítica de Petro y del Pacto Histórico. Ambos necesitan corregir rumbos y dejar atrás la sinrazón y la falta de realidad. Pero si la fuerza política a cargo de cambiar el país es incapaz de cambiarse a sí misma, vamos a desperdiciar cuatro años más. Y ese es un lujo que el país no se puede dar. Lo dije al comienzo: los problemas de Colombia no dan espera.

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@JuanCarBotero

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