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Lo que le faltó a la derecha

Juan Carlos Botero

24 de junio de 2022 - 12:30 a. m.

Estas son las consecuencias del caudillismo. No de Gustavo Petro sino de Álvaro Uribe. El expresidente se creyó un mesías, un líder irremplazable destinado a salvar a Colombia. Trató de perpetuarse en el poder y logró su reelección mediante abusos y sobornos. Luego, como ya no podía ser candidato, escogió sucesores para ser el poder detrás del trono. Con Santos le salió mal la jugada, porque su exministro no se dejó manipular. E Iván Duque fracasó por su inexperiencia. Al final la ambición, el sectarismo y la incapacidad de compartir el poder con otras fuerzas llevaron a sepultar su partido y hoy sus escuderos más famosos se atacan a dentelladas sobre la tumba.

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Esta es la mayor lección de esta contienda: cuando los dueños del poder carecen de lucidez, empatía y humanidad para compartir el espacio político, la riqueza y la dignidad con los sectores más marginados, el pueblo, tarde o temprano, se los quita. Mediante la fuerza, como en una revolución. O mediante el voto, como en una democracia. Aquí fue con el voto y habla bien de nuestro sistema que se haya producido un cambio tan fundamental de manera tan pacífica y ordenada.

No obstante, es inaudito que la derecha haya jugado tan mal sus cartas. Después de décadas en el poder y con millones de seguidores, en vez de buscar una figura joven y carismática, capaz de atraer votos de otros sectores, ¿la derecha escoge de candidato a Óscar Iván Zuluaga? ¿Otra vez? Y luego, ignorando el clamor nacional por el cambio que se sentía hasta en el aire, la derecha le apostó a Fico, que representaba más de lo mismo y quizá peor. Por último le apostó a Rodolfo Hernández, que podía ser un suicidio y quizá peor.

Ese fue el problema del ingeniero. Que era, en esencia, desconocido. Como Hernández no era una opción realista, él no recibió el mismo escrutinio que recibieron Fico y Petro durante meses, y pasó bajo el radar de los medios y del público sin presentar siquiera un programa de gobierno. Pero, al pasar a la segunda vuelta, de pronto el ingeniero se volvió la última esperanza de la derecha y tuvo que improvisar un programa corriendo, cosido con retazos de otros líderes. Mejor dicho, la derecha estaba votando a ciegas.

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Dejando de lado que no hay casos de un presidente empresario exitoso, era una locura que la gente le apostara a semejante incertidumbre. Y era tal el miedo a Petro que la derecha le atribuyó al ingeniero virtudes que este no tenía. Querían que fuera respetuoso, tolerante y que luchara contra la corrupción. Pero no había certeza de que él sería o haría esas cosas. Y cada vez que Hernández hablaba o se filtraba otro audio o video, se infería lo contrario: que como presidente él sería irrespetuoso, violento e inmoral. Y pésimo político. ¿A quién se le ocurre huir del país en la recta final de la campaña o insultar a la Virgen en Colombia y creer que es un acierto?

Por todo esto la derecha perdió las elecciones. Pero no tenía que ser así. Si esta hubiera atendido a quienes pedían lo más elemental, incluyendo participación política, repartición igualitaria del bienestar, una lucha decidida contra la corrupción y la violencia, mayor inclusión y menos desigualdad, el desenlace habría sido otro. Pero para eso se requería de lo que la derecha más ha carecido: grandeza. Y ahí está el resultado.

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@JuanCarBotero

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