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Nuestra esperanza y salvación

Juan Carlos Botero

20 de junio de 2025 - 12:05 a. m.

La razón de ser de este gobierno era llevar a cabo un cambio profundo. Un cambio en el país que iba a marcar un contraste con los gobiernos anteriores. Para eso fue elegido el presidente, para transformar a la nación y corregir tantos errores del pasado.

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Y hay que decirlo: Gustavo Petro tenía razón. Había que emprender reformas estructurales. Había que mejorar la salud, combatir el calentamiento global, pensar en grande en cuanto a la paz e introducir cambios urgentes en temas como el sector laboral, las pensiones, la inequidad y muchos más. El diagnóstico era acertado. El problema es que las reformas que finalmente propuso el presidente son malas.

No, estatizar la salud no es un avance sino un retroceso, y la prueba son las interminables filas de pacientes buscando remedios y atención médica. Gobernar con corruptos y ponerlos a la cabeza del Estado, como Armando Benedetti de ministro del Interior, es incoherente en un movimiento que exigía que se sanearan las costumbres políticas. Una cosa es luchar contra el efecto invernadero, y otra muy distinta es que un país, cuyo aporte al cambio climático es mínimo comparado con las potencias mundiales, se suicide económicamente, renunciando a explotar los recursos que tiene. Terminar importando gas a tres veces su valor, y con un daño ecológico superior a quemar carbón, es un disparate. Y no, el orden público no se mejora maniatando a las Fuerzas Armadas y abriendo diálogos con grupos ilegales, lo que solo los legitima políticamente. Lo he dicho antes y lo repito ahora: la Paz Total es un fracaso total, con la multiplicación y el fortalecimiento de frentes armados que cometen atrocidades a diario.

Pero las nuevas propuestas del presidente son aún peores. Y más alarmantes. Eliminar la regla fiscal es una irresponsabilidad total, pues es la primera vez que esta se rompe sin una crisis externa que lo amerite. Es sólo una trampa para gastar dineros públicos en la campaña electoral del partido de gobierno. Y luego, para rellenar las arcas después del inevitable derroche del tesoro, Petro propone otra reforma tributaria, y eso es el colmo del descaro. Por eso llevamos tres ministros de Hacienda en tres años, porque necesitaban dar con uno, como el actual, que aprobara sin pestañear todo lo que el presidente le pidiera.

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Ordenar el decretazo, como dijo el exmagistrado Manuel José Cepeda, es “provocar un rompimiento del orden constitucional”. Así como proponer una Asamblea Constituyente. Ninguna de estas iniciativas son válidas o inofensivas. Son un atentado a la separación de poderes y a la institucionalidad del país.

No hay duda: el presidente Petro se quitó los guantes y la máscara. Aduce que no lo dejan gobernar, pero lo cierto es que su gobierno ha sido un fracaso, y está dispuesto a hacer lo que sea para seguir en el poder. Así sea a punto de atropellar el Estado de Derecho.

No creo que lo logre, porque el país se opone a estos abusos. Más aún: pienso que el espíritu de la formidable Marcha del Silencio representa lo contrario: un rechazo a la retórica violenta, empezando con la del presidente, y el respeto a la Constitución y a las instituciones. Y nunca se ha visto una manifestación comparable.

Así que no se equivoquen: esa masa inmensa de demócratas representa nuestra esperanza y nuestra salvación.

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@JuanCarBotero

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