La crisis de Colombia tiene muchos culpables, pero el más culpable de todos es la pequeñez de nuestra clase política.
Mientras corre el reloj y la pobreza crece a niveles aberrantes, las figuras de la política nacional viven enfrascadas en pequeñas luchas internas, cultivando odios y rencores, poniéndose trampas y zancadillas, festejando los tropiezos y las caídas. Luego planean venganzas, aplicando otra vuelta de tuerca a sus odios y rencores, y demostrando, de paso, su falta de grandeza para estar a la altura del desafío histórico que estamos viviendo.