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Titanic, un siglo después

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Juan Carlos Botero
12 de abril de 2012 - 11:00 p. m.
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Hoy hace exactamente 100 años, el lujoso crucero de vapor R.M.S. Titanic cruzaba las aguas heladas del océano Atlántico desde Southampton, Inglaterra, hacia el puerto de Nueva York en los Estados Unidos.

Todo parecía marchar en orden. Sin embargo, un día después, 14 de abril de 1912, mientras navegaban a una velocidad casi máxima de 22,5 nudos, el vigía Frederick Fleet, a las 11:40 de la noche, avistó una gigantesca mole de hielo flotando a 500 metros de distancia, y justo delante de ellos. De inmediato, Fleet telefoneó al puente de mando para dar la alarma, y en seguida el primer oficial William Murdoch dio la orden de virar a babor para evitar una colisión frontal contra el hielo. Apenas 30 segundos después, el costado de estribor del buque rozó el témpano, desgarrando las costuras de metal y abriendo seis compartimientos de la proa, y en 160 minutos el barco se fue a pique con más de 1.500 almas.

El agua estaba fría. Más fría de lo que cabe imaginar. Es como ser quemado vivo, porque el cuerpo no percibe la sensación de temperatura sino de dolor, como ser apuñalado por mil cuchillos al tiempo. Una persona, a 1 °C en el mar, con suerte puede sobrevivir 15 minutos. Por eso quienes se lanzaron sin flotadores se ahogaron al momento, pues en aguas así de frías el cuerpo no logra bracear ni patalear, y la persona se hunde bajo las olas sin remedio. En cambio, quienes cayeron al mar con salvavidas tardaron más tiempo sufriendo la agonía, y murieron congelados.

Ese día el Titanic había recibido no menos de seis avisos de icebergs en la zona, y era una insensatez surcar el Atlántico Norte a esa velocidad y en la oscuridad. El cielo limpio se veía tachonado de astros, pero el mar sereno impedía que las olas rompieran contra el hielo, haciéndolo visible. En fin, en medio del caos y del pánico del naufragio, la orquesta tocó en cubierta hasta el final. Todos los músicos murieron, igual que el célebre capitán Edward J. Smith, y aunque el barco sólo viajaba 75% lleno, los 20 botes salvavidas no fueron suficientes y apenas se salvaron 700 personas. Fleet se suicidó en 1965, y hoy muchos piensan que la tragedia se habría evitado si los vigías hubieran tenido un par de binóculos. El hecho es que Titanic era el barco más grande del mundo: un palacio de 46 mil toneladas que consumía 650 toneladas de carbón al día para alimentar sus 29 calderas, y necesitó 3 mil trabajadores durante 3 años para surgir de los astilleros de Belfast, y no obstante se hundió con todas sus víctimas y sus 16.850 botellas de vino en menos de tres horas. El buque cayó a 2,5 millas de profundidad (10 veces el edificio Empire State), y dice mucho de la gallardía de la época que la mayoría de los hombres murieron, mientras que buena parte de las mujeres y niños sobrevivieron.

Es irónico que, del gigantesco iceberg que causó la tragedia, no se supo más. Seguro se derritió, reduciendo su tamaño hasta quedar como un cubito de hielo, idéntico al que se sirve en un vaso para enfriar una bebida, como tantos que se usaron en el crucero para refrescar los tragos en los salones de primera clase. La diferencia es que ese pequeño cubo, que hoy es agua en el agua, hace 100 años tuvo el tamaño de un edificio, y destruyó el barco que todos decían que era imposible de hundir.

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