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Nada está ganado

Juan Carlos Echeverry

25 de septiembre de 2014 - 08:25 p. m.

A final de los noventa, cuatro millones de colombianos cayeron en la pobreza, y un millón y medio perdieron el empleo.

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Fueron víctimas del desorden económico y el desgreño fiscal. Un gasto público desbordado por encima de los ingresos tributarios aunado a crisis internacionales se convirtieron en la máquina creadora de pobres y desempleados.

Quince años atrás, el hoy presidente Juan Manuel Santos y quien esto escribe adelantaban reformas en el Congreso para domar ese tenaz déficit fiscal. Completar el reordenamiento económico tomó en total siete años, y en él se vieron involucrados dos presidentes, cuatro ministros de Hacienda, varias reformas constitucionales y muchas legales, un gravoso programa con el FMI, la reapertura de los mercados financieros de crédito, y el arribo providencial de una bonanza de producción y precios de petróleo y carbón.

Desde entonces, una economía ordenada y un fisco relativamente bajo control han permitido reducir la pobreza de 50 a 29 de cada 100 colombianos; más de 10 millones de compatriotas han dejado la miseria atrás. Los empresarios, grandes y pequeños, han creado millones de empleos. Pasamos de 16 de cada cien colombianos sin trabajo, a nueve de cada cien.

Puede parecer poco. Pero tomó dos décadas, una generación entera, retornar a niveles de desempleo de un dígito. Algunos críticos señalan que la situación colombiana dista de ser deseable, pues aún hay muchas aspiraciones del pueblo colombiano incumplidas. Coincido con ellos; no obstante, creo que la pregunta crucial en el momento actual es diferente: ¿Los logros alcanzados pueden ser sostenidos hacia el futuro?

La prosperidad y estabilidad son alcancías en las que hay que ahorrar todos los días. Nada está ganado. Preocupa que un grupo de actores políticos quiere aumentar el gasto público con el fin de acelerar el crecimiento económico. Si ese mayor gasto está sustentado en mayores ingresos tributarios, bienvenido. Pero no se debe generar una ficticia prosperidad al debe.

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Nadie se debe engañar sobre lo difícil que ha sido obtener los logros de años recientes. Ha sido esencial someter al fisco a reglas claras y transparentes. El recaudo tributario subió de 65 a 105 billones de pesos. Se ha ahorrado el 40% de las regalías; y reducido el déficit público de 3,6% a 1,8%. La coherencia fiscal ha reducido el pago de intereses, y abierto espacio para más inversión social.

En el momento actual, cada ministerio quiere multiplicar el presupuesto de inversión que encontró. ¿Quién no quiere invertir más? La pregunta no es si se debe invertir más, sino si se puede. Antes de elevar sus demandas, debe constatar que el presupuesto de su ministerio venía inflado por recursos de inversión financiados con la bonanza minero-energética. La cual ya quedó atrás.

Las circunstancias han cambiado. El escenario minero-energético no es boyante. El escenario latinoamericano favorable está llegando a su fin. El escenario monetario mundial está migrando de fuertes monedas locales a un dólar en ascenso; y aún falta que Estados Unidos inicie el aumento de sus tipos de interés. Finalmente, el escenario fiscal resentirá la menor renta petrolera, a causa de menores precios y cantidades de extraídas.

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En suma, los escenarios favorables que imperaron por buena parte de los últimos diez años han cambiado. En situaciones difíciles, los países responsables se diferencian si saben ajustarse el cinturón, cuando los ingresos son menos dinámicos. Debemos y podemos sostener la prosperidad, el empleo y el ascenso social de las familias pobres sobre los hombros de la prudencia y la credibilidad. 

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Juan Carlos Echeverry * 

Exministro de Hacienda 

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