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El programa 60 Minutos empezó a emitirse en 1968 en la cadena CBS. Desde entonces sus reportajes y entrevistas han sido un referente del periodismo a nivel mundial. A pesar de la competencia de la televisión por cable y las plataformas en internet, el programa sigue teniendo altos índices de audiencia. Lamentablemente 60 Minutos atraviesa hoy un momento bien crítico por cuenta de la compleja coyuntura política de EE. UU.
El asunto comenzó días antes de las elecciones presidenciales de 2024. Donald Trump alegó que el programa 60 Minutos editó una entrevista a la entonces candidata presidencial Kamala Harris. Por esa razón demandó a CBS por 10 mil millones de dólares. Aunque la causa no ameritaría una condena y la pretensión económica es desproporcionada, la espada de Damocles está ahí. Trump ha logrado en otros casos jugosas indemnizaciones. ABC News (Disney) le pagó 15 millones de dólares por los supuestos perjuicios derivados de una noticia sobre una condena judicial en su contra. De Meta obtuvo 25 millones de dólares por la suspensión de sus cuentas en Instagram y Facebook en 2021 después de la toma del Capitolio.
Además de esa demanda, CBS tiene el lío de que su controlante Paramount está pendiente de la aprobación por parte del gobierno de su fusión con otro grupo de medios (Skydance). Por esa razón los dueños de Paramount están negociando el pleito con Trump y han traspasado el límite de inmiscuirse en la independencia periodística de 60 Minutos, lo cual ocasionó hace pocos días la renuncia de su productor ejecutivo. Una mancha en la historia del venerable programa. Algo parecido a lo que sucedió hace unos meses con Jeff Bezos y su interferencia en las páginas editoriales del Washington Post del cual es propietario.
Sí, definitivamente la libertad de prensa está en riesgo en muchos países en donde antes era impensable que ello sucediera. Además de EE. UU., sucede en España con el direccionamiento de la pauta oficial. Sucede en Colombia; el presidente Petro no soporta las críticas de la prensa. Quiere unos medios obsecuentes y les impone a los canales públicos y privados la carga de trasmitir sus arengas, sin ningún respeto por los televidentes.
