Franklin Delano Roosevelt (FDR) fue presidente de Estados Unidos entre 1933 y 1944. En su largo mandato enfrentó la peor crisis económica de ese país en toda su historia y jugó un papel decisivo en la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra. En medio de las dificultades propias de la Gran Depresión -miseria y desempleo- y de los aislacionistas que no querían que la nación se involucrara directamente en la guerra, FDR tuvo la férrea oposición de una prensa conservadora y populista con gran arraigo en las masas. Afortunadamente el presidente encontró la manera de dirigirse con persuasión y calidez a sus ciudadanos a través de la radio: las charlas junto la chimenea (fireside chats).
No eran discursos grandilocuentes. Las charlas junto a la chimenea se percibían como si FDR estuviera en la sala de la casa de cada familia norteamericana. En medio de la incertidumbre, el miedo y el pesimismo, las palabras del presidente trasmitían fe y la certeza de que al frente de la nación estaba un líder. La radio sería también el medio del cual se sirvieron Churchill y De Gaulle para alentar a sus pueblos y emprender la reconstrucción después del desastre de la guerra.
En los últimos años la radio, la televisión y los grandes periódicos han sido desplazados por las redes sociales para agitar a las masas. Hoy Twitter está a punto de quedar en manos del hombre más rico del mundo; un genio excéntrico del que depende el futuro, no solo de sus 7.500 empleados sino de buena parte de la humanidad.
En estos días de zozobra de la economía mundial que impacta especialmente a Colombia por la incertidumbre del cambio del modelo productivo, lo que muchos le piden al presidente es que al menos modere sus trinos. La cotidianidad de la política parece atrapada en lo que se escriba en Twitter en cada instante. Vivimos en la era de la información efímera en la que un trino –así se borre después o se corrija- cambia en un instante el comportamiento de los mercados, el estado de ánimo de las personas y hasta el destino de un país.
@ jcgomez_j