Según cálculos de Statista, el costo mundial del cibercrimen pasará de US$8,4 billones en 2022 a US$23,8 billones en 2027. El cibercrimen comprende conductas como daño o destrucción de datos, hurto de dinero, daño reputacional, hackeo y aprehensión de los sistemas informáticos. Sus alcances son infinitos si se considera que la mayoría de los habitantes del planeta están y viven online y pronto lo estarán también todas las cosas (IoT). Un riesgo de catástrofe para la vida personal y la economía, que se incrementó exponencialmente después de la pandemia, cuando se puso de moda la existencia remota y virtual.
En Colombia, la mayoría de entidades públicas y grandes empresas alardean del alto grado de seguridad de sus sistemas informáticos, pero hay que ver. Es necesario verificar si de verdad cumplen las normas internacionales más exigentes que, aunque no aseguran total invulnerabilidad, sí minimizan la ocurrencia de hechos lamentables. El ciberataque del que fue víctima Sanitas recientemente afectó la prestación de sus servicios de salud y pudo haber comprometido también información sensible de sus usuarios, como la historia clínica. Sería útil saber si así sucedió.
Existen fisuras de seguridad que se podrían corregir de inmediato. Por ejemplo, todo dispositivo susceptible de ser utilizado como elemento de identificación personal —una SIM card o un equipo celular— solo debería ser activado previa verificación de la identidad del solicitante mediante biometría consultando las bases de la Registraduría Nacional del Estado Civil. Esta tecnología está disponible y funciona hace años en el sector financiero y no existe razón técnica ni económica para que no sea obligatoria también en otros servicios. Medidas como estas evitarían muchos casos de fraude que se originan en reportes falsos de pérdida o hurto del celular a partir de lo cual se suplanta al verdadero titular y se activa una nueva línea móvil para birlar el dinero depositado en cuentas de crédito o de ahorro.
Nuestra individualidad (patrimonio, huella, rostro e información íntima) está portada en los celulares o subida en una nube que no controlamos. A pesar de la vida digital, estamos en la prehistoria de la autoprotección y la adecuada regulación.
