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Al observar un mapa de los territorios que comprendían hace siglos lo que hoy es Colombia, es evidente que el país era ingobernable desde un único centro de poder. Aún hoy, reducidos a 1’142.748 km² de área continental, nuestras regiones son diversas geográficamente y aisladas físicamente. El país tiene el valor de la biodiversidad, pero en gran parte del territorio es imposible ejercer jurisdicción, mucho menos si se hace a 2.660 metros al nivel del mar y no se cuenta con una infraestructura robusta y continua que integre el territorio.
El federalismo fracasó por múltiples razones sociales, políticas y económicas. Ya nunca sabremos cómo habríamos sido los Estados Unidos de Colombia. Lo que es evidente es que el centralismo no logró cohesionar a la nación y para lograr algún grado de gobernabilidad propició en las regiones islas de bajo y dañino poder.
Plenamente justificadas las declaraciones de los gobernadores de Colombia que celebraron, la semana pasada, los 160 años de la Constitución federal de Rionegro. Inaplazable el diálogo nacional que se planteó en ese evento con el fin de profundizar la autonomía y la descentralización territorial.
Ahora bien, el propósito de la descentralización no puede ser simplemente que las regiones tengan más poder de exacción. Lo que sucede en Bogotá con el impuesto predial es infame. En los inmuebles que son la vivienda y única propiedad de las familias, el impuesto predial es injusto y regresivo para todos los estratos socioeconómicos, pero especialmente para los hogares más pobres y para los adultos mayores. Sus ingresos son precarios, viven al día y solo unos pocos gozan de pensión. Muchas veces tienen que endeudarse para pagar el predial, que recae sobre una riqueza ficticia.
Ahora que se aproxima la elección de un nuevo alcalde, no necesitamos oír que esta vez sí se va a trasformar a Bogotá en el próximo cuatrienio. Lo que quisiéramos los bogotanos es que la ciudad fuera razonablemente vivible sin tener que padecer la hecatombe de obras insignificantes o faraónicas e inconclusas y al costo de pagar cada vez más impuestos, tasas y contribuciones. El empobrecimiento de las familias bogotanas no tiene por qué sufragar la ineptitud y el delirio de sus gobernantes.
@jcgomez_j
