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Seguramente el auge de internet llevará a la desaparición de muchos periódicos, pero eso no significa que deje de existir la prensa escrita.
A través de su historia esta forma de periodismo ha enfrentado exitosamente los cambios tecnológicos, ojalá así suceda también en este era, por el bien de la democracia.
En el mundo digital cada vez es más posible el tránsito de un modelo de negocios basado exclusivamente en la venta de publicidad y de avisos clasificados a un esquema en el cual, adicionalmente, los lectores paguen por ciertos contenidos.
La aparición del iPad el año pasado, y de muchas otras tabletas en el corto plazo, afortunadamente le darán nueva vida a los periódicos. Las aplicaciones de prensa diseñadas especialmente para estos terminales son instaladas ávidamente por los lectores tan pronto se publican. Salvo algunas excepciones, actualmente la mayoría de esas aplicaciones son gratuitas, si bien no será así en el futuro cercano, tal como lo anunció The New York Times respecto de sus contenidos on-line.
La gente cada vez más está dispuesta a pagar por los periódicos en el mundo digital, gracias a la posibilidad de interactividad, los contenidos multimedia y premium y la excelente resolución que ofrecen las tabletas, tal como lo demuestra el éxito en la venta de “prensa electrónica” durante 2010 a través de Apple Store, Kindle, Nook y Zinio. Asimismo, muchos periódicos cuentan con archivos fotográficos y editoriales por cuyo acceso los lectores seguramente están dispuestos a pagar. Parece tener razón el anterior presidente de Google; los periódicos no tienen un problema de demanda sino de modelo de negocios.
Para los anunciantes las noticias también pueden ser alentadoras en el mundo de las tabletas: la posibilidad de innovación de la publicidad es una oportunidad de cautivar de manera creativa el interés de los lectores (ver, por ejemplo el aviso de Nikon en la revista Wired en iPad del presente mes).
Es verdad que el renacimiento de la prensa escrita en el mundo digital tendrá un sabor elitista; así sucedió con la imprenta de Gutenberg, pero no nos preocupemos, siempre y cuando aprendamos a leer… otra vez.
