Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El pasado 25 de agosto empezó a aplicarse la Ley de Servicios Digitales (DSA), de la Unión Europea. Su principal objetivo es crear un ambiente digital más seguro mediante el sometimiento de los gigantes tecnológicos a medidas preventivas y correctivas en favor de los derechos de los usuarios y la protección de la libertad de expresión. Los sujetos obligados son las empresas que tengan por lo menos 45 millones de usuarios mensuales, lo cual cubre a plataformas como Alibaba, Amazon, Apple, Bing, Booking, Facebook, Google, TikTok y Twitter.
Dentro de las nuevas disposiciones está la protección de los menores de edad y la obligación de remover expeditamente contenidos ilegales, noticias falsas y discursos de odio. Los motores de búsqueda tendrán que abstenerse de favorecer a sus propios productos, los anunciantes no podrán perfilar a los usuarios por razones étnicas, opinión política u orientación sexual, y las plataformas deberán revelar quién está detrás de la publicidad que difunden.
La inobservancia de la DSA se sancionará con multas de hasta el 10 % de la facturación mundial de la empresa infractora, y el incumplimiento reiterado puede llevar a la suspensión temporal de sus actividades.
Nace pues una nueva era en la regulación y el control del mundo digital. El camino es tortuoso e incierto, aunque en varios casos la Unión Europea ha demostrado su capacidad de someter a los gigantes digitales, la tecnología puede desbordar al más refinado ordenamiento jurídico, a las más audaces autoridades y a la propia buena voluntad de las empresas.
En Estados Unidos es tanto el temor de lo que pueda suceder con la inteligencia artificial (IA), que ya hay consenso bipartidista en la necesidad de regularla cuanto antes, y los mismos presidentes de las compañías tecnológicas claman por ello. En muchas industrias y sectores de la economía pasaron años sin que existiera regulación y los efectos no fueron tan dañinos.
En el caso de la IA, la complejidad es enorme, porque no se puede castigar la innovación, pero están en riesgo la privacidad, la información, el empleo, la trasparencia política y, tal vez, la humanidad misma. La IA es una caja de pandora y al parecer ni siquiera en el ánfora queda Elpis, la esperanza.
@jcgomez_j
