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El pasado mes de mayo se cumplieron treinta años del fallecimiento de Nicolás Gómez Dávila a quien muy pocos han leído y, tal vez, no conocerán jamás las nuevas generaciones.
Reaccionario y antimodernista, nunca quiso estar de moda. Sin saber cómo hubiere querido que se le recordara, él fue un pensador de los que no volverán a existir. Su biblioteca de más de 30.000 volúmenes se conserva en la Luis Ángel Arango. No escribió tratados. Su legado principal consiste en más de diez mil apuntes profundísimos, síntesis de sabiduría.
“Una página entera en una frase.” Su dominio de varias lenguas -incluidas el griego y el latín- le permitió beber de las fuentes mismas del conocimiento. El contenido filosófico de sus escritos es materia de estudio en muchas universidades del mundo.
En 1977 Colcultura publicó en dos tomos, bajo el título Escolios de un Texto Implícito, un compendio de la obra de Gómez Dávila, gracias a lo cual el público se asomó a la fulgurante profundidad del pensamiento de Gómez Dávila. Valga citar algunos de sus aforismos, evidencia de la atemporalidad de su sabiduría.
A propósito de la inteligencia artificial: “Virtualmente el hombre puede construir aparatos capaces de todo, salvo de tener conciencia de sí mismo.” Frente a la tibieza: “La imparcialidad es hija de la pereza y del miedo.” Para quienes con tono adusto se creen estadistas: “No hay políticos inteligentes sino políticos victoriosos.” Y el rasero del ejercicio del poder: “La política no es el arte de imponer las mejores soluciones, sino de estorbar las peores.” Para significar la falacia de la democracia: “La sociedad libre no es la que tiene el derecho de elegir al que la manda, sino la que elige al que tiene derecho a mandarla.” El mesianismo que lleva a la ruina a muchas naciones: “Los izquierdistas no son los representantes de los pobres, sino los delegados de las ideas pobres.” Para desnudar la falsa elocuencia: El pueblo no cree nunca que quien habla enfáticamente diga tonterías. Finalmente, para demostrar el sabio pragmatismo que ilumina la obra de Gómez Dávila: “Con buen humor y pesimismo no es posible ni equivocarse ni aburrirse.”