La crisis que enfrenta el mundo es la expresión de la tensión entre el poder de los gobiernos, los legisladores y los jueces. Salvo en países autocráticos como Rusia y China, la cotidianidad del acontecer político es un juego de esferas entre los tres poderes. Ante la eventual primacía de las decisiones de los tribunales constitucionales, el poder Ejecutivo trata de arreglárselas para imponer su voluntad, así sea cambiando el signo político de la magistratura. Los gobiernos de España e Israel están en esa tarea, a un costo inmenso y en contra de todo decoro y sensatez.
La clásica división de los poderes públicos y los rígidos contornos de sus competencias son un mito. Después de la mano invisible de Adam Smith y del laissez faire del siglo XIX, hoy en día la mayoría de los ordenamientos constitucionales aceptan que el Gobierno meta la mano en la economía para lograr justicia y eficiencia en la asignación de los recursos públicos. Ante la imposibilidad de que las leyes puedan anticiparse a los avatares económicos, se supone que los organismos reguladores son suficientemente técnicos para resolver en el día a día las fallas de mercado.
Sin embargo, muchos critican el hecho de que la osadía y prepotencia de los cuatro o cinco sabios de una comisión —humanos y permeables a la ideología— tengan la capacidad de decidir el futuro de un sector económico: energía, medio ambiente, salud, telecomunicaciones… en fin.
En Estados Unidos, la Corte Suprema está por decidir un caso que podría cambiar esta tendencia de darles poder casi inconmensurable a las agencias reguladoras especializadas. Es muy posible que se cambie el precedente del caso Chevron y la mayoría conservadora establezca que los legisladores y los jueces son los únicos competentes para decidir los temas económicos más críticos.
En Colombia la tendencia del actual gobierno es utilizar el poder Ejecutivo para intervenir los mercados e imponer su modelo económico. Al respecto, las decisiones del Consejo de Estado y de la Corte Constitucional marcarán el rumbo de este país. Más allá de la exageración y del lugar común, el futuro está en las seis o siete sentencias memorables por venir.
@jcgomez_j