Cuentan que el presidente Reagan diferenciaba a republicanos de demócratas por sus programas favoritos de televisión: el de los republicanos, Los Waltons (la bucólica historia de una familia durante la depresión de los años 30) y el de los demócratas, Los Simpsons.
Además de simple entretenimiento, para bien y para mal la televisión refleja lo que una sociedad es o lo que no quiere ser, y eso explica en buena parte el éxito que tuvieron en Colombia -aun en medio de muchas críticas- las telenovelas alrededor del tema del narcotráfico y la violencia. En general, esas producciones se centraban en los héroes y en los villanos, y no contaron lo que sucedió con las víctimas.
Ya van a cumplirse cuatro años desde que empezaron en La Habana las negociaciones con las Farc. Se crea o no en el éxito del proceso, éste debe servir para que por fin la sociedad sea consciente de los efectos de una guerra que no ganó nadie, pero que dejó ocho millones de víctimas; casi uno de cada cinco colombianos. La sociedad ha hecho muy poco frente al tamaño de esta tragedia humanitaria.
Cuando se oye el testimonio de reconciliación de la carismática señora Inmaculée Ilibagiz, sobreviviente del genocidio en Ruanda que estuvo de visita en Colombia la semana pasada, se entiende bien que la paz no es simplemente un tratado que firman los dueños de la guerra. El resultado más valioso de la paz es permitirles y ayudarles a las víctimas recuperar lo primero que perdieron: su dignidad.
La serie La niña, que presentará Canal Caracol a partir de esta semana, está inspirada en la vida de una guerrillera que fue reclutada por las Farc desde su infancia y que después de escapar de la guerra se dedica a alcanzar su sueño de educarse, entrar a la universidad y ser médica.
Hasta donde se puede percibir en el primer capítulo, no es una historia de la guerra, es la historia de lo que sucede después de la guerra y de lo difícil que va a ser volver.
@jcgomez_j
Cuentan que el presidente Reagan diferenciaba a republicanos de demócratas por sus programas favoritos de televisión: el de los republicanos, Los Waltons (la bucólica historia de una familia durante la depresión de los años 30) y el de los demócratas, Los Simpsons.
Además de simple entretenimiento, para bien y para mal la televisión refleja lo que una sociedad es o lo que no quiere ser, y eso explica en buena parte el éxito que tuvieron en Colombia -aun en medio de muchas críticas- las telenovelas alrededor del tema del narcotráfico y la violencia. En general, esas producciones se centraban en los héroes y en los villanos, y no contaron lo que sucedió con las víctimas.
Ya van a cumplirse cuatro años desde que empezaron en La Habana las negociaciones con las Farc. Se crea o no en el éxito del proceso, éste debe servir para que por fin la sociedad sea consciente de los efectos de una guerra que no ganó nadie, pero que dejó ocho millones de víctimas; casi uno de cada cinco colombianos. La sociedad ha hecho muy poco frente al tamaño de esta tragedia humanitaria.
Cuando se oye el testimonio de reconciliación de la carismática señora Inmaculée Ilibagiz, sobreviviente del genocidio en Ruanda que estuvo de visita en Colombia la semana pasada, se entiende bien que la paz no es simplemente un tratado que firman los dueños de la guerra. El resultado más valioso de la paz es permitirles y ayudarles a las víctimas recuperar lo primero que perdieron: su dignidad.
La serie La niña, que presentará Canal Caracol a partir de esta semana, está inspirada en la vida de una guerrillera que fue reclutada por las Farc desde su infancia y que después de escapar de la guerra se dedica a alcanzar su sueño de educarse, entrar a la universidad y ser médica.
Hasta donde se puede percibir en el primer capítulo, no es una historia de la guerra, es la historia de lo que sucede después de la guerra y de lo difícil que va a ser volver.
@jcgomez_j