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La semana pasada se expidieron en Utah dos leyes estatales que, entre otras restricciones, impiden a los menores de edad utilizar redes sociales sin el expreso consentimiento de sus padres, lo cual puede ser contraproducente porque los desterraría abruptamente del único mundo que conocen. Estas medidas, similares a las de otras jurisdicciones, son reacción tardía e inocua a una patología cuyas consecuencias son tal vez ya irreversibles.
El daño ya está hecho; los efectos se potencializarán a lo largo de los años. Los adolescentes de hoy se refugiaron en las redes durante la pandemia y se convirtieron en precoces seres digitales. Ya se verá qué tan afectados llegarán a su vida adulta; el pronóstico es reservado. Tenemos el antecedente de tantos jóvenes entre los 20 y 30 años a quienes los contenidos digitales los llevaron a la irracionalidad y al fanatismo, lo cual explica en buena parte la ola de populismo y radicalización que recorre al mundo.
Los reguladores y los padres mismos pretenden interferir en un mundo que desconocen. Plataformas como Instagram, TikTok y Facebook crean universos propios donde habitan los menores sin que los adultos conozcan sus códigos y coordenadas. Cuando el metaverso se masifique, los efectos sociales y económicos pueden ser aún peores.
Las empresas de tecnología, presionadas por autoridades y organizaciones sociales, han tomado algunas medidas que no parecen ser suficientes. Epic Games, creador del popular juego Fornite, con más de 400 millones de usuarios, fue acusada por la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos de conductas ilícitas como la recolección no autorizada de datos de menores de edad y la inducción a compras no consentidas. El caso se resolvió el año pasado con un acuerdo en virtud del cual la investigada pagó US$520 millones. En 2022 la autoridad europea le impuso a Meta —propietaria de Instagram— una multa de más de US$400 millones por la violación de las normas que protegen los datos de los menores. Las indemnizaciones y sanciones económicas son una lágrima en el océano.
Los menores están formando su identidad a través de los medios digitales; los adultos y las instituciones están obligados a crear las herramientas adecuadas para acompañarlos.
@jcgomez_j
