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Durante la oración del viernes, el 15 de marzo de 2019 un supremacista blanco atacó a tiros dos mezquitas en la apacible ciudad de Christchurch (Nueva Zelanda), con un saldo de más de 50 muertos y decenas de heridos. El criminal transmitió la masacre por Facebook. Esta tragedia alertó por fin a las empresas más grandes del mundo acerca de que sus anuncios publicitarios estaban patrocinando incidentalmente contenidos indeseables como terrorismo, abuso infantil, noticias falsas y discursos de odio y discriminación. Como reacción, ese mismo año bajo el auspicio de la Federación Mundial de Anunciantes (WFA) nació la Alianza Global de Medios Responsables (GARM) con el propósito de evitar que la publicidad comercial inadvertidamente financiara ese tipo de contenidos en los medios digitales.
La semana pasada X Corp. presentó en Texas una demanda contra WFA y algunas empresas de la GARM por violación de las normas de competencia y abuso de su poder de mercado. Antes de que en 2022 Elon Musk tomara el control de esta plataforma la gobernanza de Twitter era nuestra; supuestamente dependía de algoritmos y existían mecanismos para evitar la difusión de contenidos indeseables. A su llegada, Musk anunció una nueva era en la libertad de expresión y que se suprimirían muchos de los controles existentes a la difusión de mensajes considerados antes inapropiados. Esto preocupó a los anunciantes y los llevó a reducir o retirar su pauta en X. Por esta razón los ingresos de esta empresa han disminuido significativamente.
Según la demanda, los grandes anunciantes ejercen un boicot al no dirigir su inversión publicitaria a la plataforma X. Musk ha declarado la guerra. Eventualmente el asunto puede llevar a un punto de no retorno y cambiar los parámetros bajo los cuales esos anunciantes invierten su pauta publicitaria en las redes sociales. Por lo pronto, los miembros de la GARM anunciaron la disolución de su alianza.
En medio de la radicalización política que vive Estados Unidos, a la cual no es ajena la rama Judicial, es incierto el rumbo del proceso. Por lo pronto, ojalá las empresas persistan en su práctica de no anunciar en las plataformas que toleran contenidos indeseables.
