En la cresta de la ola, Reed Hastings -fundador de Netflix y primer rey del streaming- sostenía que su única competencia era el sueño o la lectura que alejaba a sus clientes de la pantalla. Esa jactancia hoy es comparable a la certeza que tenían los fabricantes del Titanic de que jamás se hundiría.
La semana pasada, tras el anuncio de pérdida de usuarios durante el primer trimestre del año, la acción de Netflix tuvo una caída estrepitosa de más del 35%. ¿Cuál fue el iceberg? En parte la cancelación de los servicios a los usuarios en Rusia en solidaridad con Ucrania, pero, sobre todo, la pérdida de mercado ante la feroz competencia...
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