La idea del referendo del brexit nació en una pizzería en el aeropuerto de Chicago después de una cumbre de líderes mundiales. En 2012, esperando el vuelo de regreso a Londres, al entonces primer ministro, David Cameron, y a otro líder del Partido Conservador se les ocurrió que la consulta al pueblo serviría para mantener unida a esa colectividad. En todo caso, creían improbable que triunfara en las urnas la idea de abandonar a la Unión Europea, pero se equivocaron. En 2016 la mayoría votó por el brexit y desde entonces el Reino Unido se sumergió en una tormenta que aún no termina.
Esta era de inestabilidad comenzó como una frivolidad del populismo conservador. Los promotores de la fobia a Europa prometían que rompiendo los lazos con el otro lado del Canal mejoraría la seguridad en las fronteras y el sistema de salud; se reducirían los impuestos, crecerían los salarios y las facturas de energía serían más baratas. Fue un error histórico basado en la mentira de políticos como Boris Johnson, cuyas consecuencias se padecerán por décadas. Seis años después, el Reino Unido —que se precia de ser un modelo de democracia— es más pobre y está aislado como nunca lo estuvo en toda su historia. Hace tres semanas, la sexta economía del mundo vio cómo se derrumbaron sus bonos a causa de las lunáticas propuestas de la defenestrada Liz Truss.
La tragedia es que, a pesar de la decadencia del Partido Conservador, los laboristas no se ven como una alternativa sólida y un eventual gobierno suyo seguramente no lograría cohesionar a una sociedad polarizada y perpleja del deplorable desempeño de sus gobernantes.
Lo sucedido con el brexit es ejemplo de un fenómeno que se repite en otros países: las redes sociales son la caja de resonancia de amenazas o propuestas populistas que acaban ganando en las urnas, generalmente con estrechos márgenes, a pesar de lo cual los ganadores se creen ungidos para cambiarlo todo.
En esta compleja etapa de la historia en la que las ideologías se manipulan para llegar al poder, el pragmatismo y el sentido común podrían ser las mejores herramientas para no llevar a las sociedades al abismo.
@jcgomez_j
