Si bien la competencia de más operadores es positiva, es más necesario un adecuado control de la calidad y los precios.
La telefonía móvil en Colombia tiene una penetración cercana al 90%; una revolución social y económica de inmensas proporciones. A pesar de que la legislación tributaria le impone una tarifa mayor de IVA, por considerarlo suntuario —que no lo es—, el celular es el servicio público más democrático, lo que la telefonía fija no logró en más de un siglo de existencia.
El celular evolucionó desde la transmisión de la voz hasta la de mensajes de texto e imágenes y la navegación por Internet, y dentro de muy poco su aparato se convertirá en el vehículo más utilizado para el acceso a Internet de banda ancha y para recibir servicios como la televisión. Lo que suceda con la telefonía móvil impactará dramáticamente nuestro futuro y la forma de comunicarnos.
Como en otros países, los operadores de celular en Colombia requieren cada vez más canales para aumentar la capacidad de sus redes. A lo largo de los años el Ministerio de Comunicaciones —hoy de las TIC— les ha ido aumentando a cuentagotas el rango de frecuencias.
El pasado mes de marzo ese Ministerio inició un proceso de asignación de frecuencias para servicios de radiocomunicaciones móviles terrestres, léase celular. El viernes de esta semana, los interesados deben presentar sus solicitudes y en junio participarán en una subasta para escoger el adjudicatario de las nuevas frecuencias, que podría ser alguien interesado en prestar servicios como los que prestan los actuales operadores de telefonía móvil celular. Del proceso pueden surgir al menos dos nuevos operadores móviles.
Frente al avance de la tecnología y a lo que sucede en mercados desarrollados, el escenario ideal es el despliegue de redes robustas que permitan acceder de la manera más rápida posible al universo de aplicaciones y contenidos a precios razonables. Si bien la competencia de más operadores es positiva, es más necesario un adecuado control de la calidad y los precios; que no vuelvan a suceder casos como las absurdas tarifas de la telefonía de larga distancia internacional hace más de 10 años y como sucede hoy con el roaming internacional, que debería ser regulado.
