Después de terminar el mes pasado su trámite en el Congreso de la República, en los próximos días se expedirá una nueva ley de descongestión judicial.
Naturalmente no es la primera ley que pretende ese fin y seguramente no va a ser la última. Al cabo de veinticinco años de trabajo como abogado, observo que el sistema judicial siempre ha estado desbordado frente a la compleja realidad nacional. Nuestra sociedad cree más en la fuerza, la malicia y el oportunismo que en la justicia. En ese entorno, administrar justicia resulta ser una tarea quijotesca. Simplemente, los jueces tienen mucho trabajo porque ésta es una sociedad violenta, caótica, intrépida e indisciplinada, floja en ética social y en la que se respetan muy poco las simples normas de convivencia civilizada.
Es iluso pensar que retocando “unos articulitos” las cosas vayan a cambiar de fondo; sin embargo, bienvenida otra ley de descongestión judicial. Supongo que las nuevas normas en algo van a aliviar la “movilidad judicial”, lo cual no significa necesariamente que vaya a haber más justicia. No obstante, es una lástima que el legislador no haya aprovechado la oportunidad para castigar con la perención a las miles de acciones populares que muchos litigantes oportunistas tienen abandonadas en los anaqueles judiciales.
La nueva legislación —extensa, tiene más de ciento veinte artículos— trae trascendentales novedades, de las que voy a reseñar apenas dos ejemplos. Los procesos en la jurisdicción civil en la primera instancia no podrán durar más de un año, ni más de seis meses en la segunda instancia. Si al vencimiento de esos términos no se ha dictado sentencia, el juez perderá competencia y el proceso pasará a otro que debe fallar en dos meses. Nada mejor que esos plazos llegaran a cumplirse alguna vez. Sin embargo, por carencia de espacio y tiempo en los despachos judiciales, lo veo bastante improbable. Por otra parte, se prevé que las inspecciones judiciales puedan ser reemplazadas por videograbaciones, lo cual eventualmente generará discusiones que desvíen y distraigan el proceso innecesariamente.
Valga la oportunidad para insistir en que es imperdonable el rezago tecnológico que padece nuestro sistema judicial.