Estoy sentado en un avión en la silla del medio. Mientras mi vecino de la izquierda estornuda desaforadamente sin parar, debido a un posible ataque de alergia, tampoco se tapa la boca, y muchos de sus contagiosos virus salen catapultados por el aire encarcelado de la aeronave.
Lo miro de reojo y trato de aguantar la respiración al máximo para evitar el contacto.
Pero por el lado derecho la situación no mejora. Un hombre duerme plácidamente mientras sus ronquidos a un altísimo volumen agotan mis oídos. Su boca entreabierta es como un instrumento musical desafinado del cual emanan sonidos descomunales que hacen sentir incómodos a varios pasajeros del vuelo, incluyéndome a mí. No puedo tapar mis oídos para evitarlo.
Este es mi vecindario. Entre un posible covid y una inminente apnea. Un reto mayor que me obliga a tratar de dejar de respirar y de escuchar al mismo tiempo.
Me siento atrapado sin salida.
Cierro mis ojos y pongo en neutro mi mente para recordar que hace ya 50 años, en 1975, se realizó el lanzamiento de una película clásica del cine, que llegó a convertirse en un ícono cultural, ganadora de los premios Óscar como mejor película, mejor director, mejor guion, mejor actor y mejor actriz, quíntuple hazaña difícil de emular: Atrapado sin salida.
Dirigida magistralmente por Milos Forman y basada en la novela de Ken Kesey contó con la actuación estelar de Jack Nicholson y Louise Fletcher.
Esta obra cinematográfica relata el sentimiento asfixiante que sufre Patrick McMurphy al ingresar a un hospital psiquiátrico y enfrentarse a una experiencia traumática y agresiva con personajes inesperados y malignos, hasta terminar con un daño cerebral irreversible producto de una lobotomía.
Tal vez algo muy similar a lo que muchos habitantes de este planeta sentimos hoy al tener que vivir en medio del odio y el resentimiento descontrolados.
Finalmente el avión aterrizó. Un bálsamo de tranquilidad se apoderó de mí.
Mis vecinos salieron y se bajaron del avión.
Un estado de liberación me invadió con aroma de felicidad.
Nunca se puede estar atrapado sin salida eternamente. Siempre hay un escape, un camino. Esto se llama esperanza.