El atentado terrorista de anoche en Cali contra un camión que transportaba a miembros de la Policía Nacional es un acto deplorable, inhumano y que merece todo el rechazo. Quienes lo cometieron son unos criminales que deben enfrentar la justicia. Ahí no hay discusión que valga.
Pero sí es necesaria una pregunta: ¿y el Estado qué?
Cuando escribí un tweet sugiriendo que hay un fracaso del Gobierno de Iván Duque ante este acto terrorista y los actos terroristas en Arauca y el acto terrorista en Cúcuta y todos los tantos otros actos terroristas que han ocurrido durante estos cuatro años, saltaron a criticarme.
Básicamente dijeron que cómo se me ocurre mencionar a Duque, que lo que debemos hacer es rechazar a los malvados, que estoy mancillando el honor de las víctimas y sus familias.
Creo todo lo contrario.
Primero, ya quedó claro que por supuesto que el terrorismo es culpa de los terroristas. Eso es sentido común. La violencia es inaceptable. Punto.
Segundo, decir que ante los fenómenos recurrentes de violencia no se puede preguntar por qué el Estado no los ha podido evitar es, cuando menos, una ingenuidad. ¿Acaso el terrorismo es inevitable? ¿La violencia en Arauca, por ejemplo, no está ligada al fallo de este gobierno y de todos sus antecesores por llevar la presencia del Estado a ese departamento? ¿Acaso lo que pasó en Cúcuta no es muestra de la complicidad de gobiernos corruptos como el de Ramiro Suárez y la incapacidad de los gobiernos nacionales, incluidos los de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, con recuperar ese territorio de las garras de los grupos ilegales, contrabandistas y narcotraficantes?
El discurso del uribismo ha sido sencillo: nosotros somos los únicos que podemos traer seguridad al país. Cuando la inseguridad continúa y vemos ataques terroristas que tienen ecos de los años 90, el uribismo parece decir: ups, no había nada qué hacer, los malvados siempre serán los malvados.
No es así. Como escribió Julián de Zubiría hace unos días, la “primera obligación del Estado es proteger la vida. Duque no la cumplió. En 2021 tuvimos 94 masacres e iniciamos 2022 con 24 asesinatos en Arauca y desplazamientos masivos. Pasará a la historia como el gobierno que desaprovechó la oportunidad de construir la paz estable y duradera”.
Tercero, exigir responsabilidad por lo ocurrido es homenajear a las víctimas. “No pudimos hacer nada para evitar esto” no es una respuesta aceptable por parte del Estado a quienes fallecieron en el atentado terrorista. La pregunta latente es cómo vamos a evitar que más miembros de la fuerza pública sean víctimas de la violencia. La misma pregunta aplica para líderes sociales, excombatientes y manifestantes. A todos ellos les fallaron las políticas de cuidado del Gobierno.
Al uribismo/duquismo le encanta decir que todo lo malo que ocurre es culpa de Juan Manuel Santos. Es cierto que el anterior gobierno tuvo múltiples fracasos y que su apuesta por la paz se desinfló al momento de la implementación. Pero en cuatro años de gobierno, Iván Duque demostró que no tiene respuestas a la violencia creciente.
Ante la incertidumbre que siembra el terror, insisto: ¿qué vamos a hacer para que no vuelva a ocurrir?