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Amo la pólvora. Cuando era pequeño me enseñaron a apreciar sus colores: desde los hechizos de las chispitas mariposas a los grandes espectáculos coordinados. Sin embargo, gracias a testimonios que empecé a ver en redes sociales, ahora sé que esos momentos de celebración son una genuina tortura para muchas personas y animales.
Mucho se habla en diciembre de los efectos por el mal uso de la pólvora. La cantidad de personas quemadas es inaceptable año tras año. Pero no vengo a hablar de eso, sino de los terribles efectos que producen los fuegos artificiales incluso si no hay heridos directos.
Para muchas personas diagnosticadas con autismo, por ejemplo, los ruidos impredecibles se convierten en una estimulación sensorial abrumadora que los lleva a estados de pánico, ansiedad e incluso a perder el control sobre sus reacciones corporales. Tiene sentido: cifras internacionales retomadas en Patient.info muestran que cerca del 40 % de las personas diagnosticadas con autismo tienen por lo menos un trastorno de ansiedad; el 69 % experimenta alta sensibilidad a estímulos externos.
Me gustó una imagen que utilizan en Total Education Solutions para entenderlo: para una persona diagnosticada con autismo, los fuegos artificiales pueden llegar a sentirse como si le sonaran una vuvuzela junto al oído de imprevisto. Imaginen eso una, y otra, y otra vez durante la noche. Un padre compartió en Twitter una fotografía de la reacción que tuvo su hijo, que está dentro del espectro autista, a los fuegos artificiales. Ya pueden suponer qué ocurre durante la Alborada, cuando los barrios de Medellín se encienden en pólvora para celebrar la llegada de la Navidad. Caos absoluto.
Lo mismo le pasa a los soldados que tienen estrés postraumático por las situaciones de combate y, en general, a cualquier persona que tenga alta sensibilidad a estímulos u otros problemas de ansiedad.
También necesitamos hablar de los animales, seres sintientes que sufren injustificadamente con la pólvora. Debido a su mayor sensibilidad a los ruidos, los fuegos artificiales son una pesadilla para ellos. Miren este video de aves muertas en Roma después de las celebraciones del Año Nuevo. O busquen en redes sociales o Youtube los videos de perros que entran en pánico por culpa del ruido. Las veterinarias de todo el mundo reportan un aumento en consultas durante estas fechas. Se estima que por lo menos el 45% de los perros le temen a la pólvora. Suelen reportarse muchos animales perdidos que salieron de sus casas o se tiraron por balcones en medio del terror. Los casos más extremos terminan en estrés postraumático, o incluso la muerte por salir corriendo y chocar contra objetos. Dos animales del zoológico de Cali murieron hace poco por culpa de las celebraciones en la capital valluna.
Me parece que la evidencia es suficiente. Usar fuegos artificiales mata animales, les genera traumas o los hace pasar por momentos de mucha angustia. A muchos humanos también se les convierte en una tortura. ¿Todo para qué? ¿Para una celebración? Tenemos que encontrar maneras de disfrutar las fiestas sin ser crueles con los seres que nos rodean.
