
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En una semana, Johnson & Johnson podría tomar una decisión que salvaría la vida de seis millones de personas en cuatro años al curarlos de la tuberculosis multirresistente. Lo único que necesitaría es dejar a un lado su codicia.
Pero antes, echemos un momento para atrás: ¿sabía usted que hay gente que todavía muere de tuberculosis?
Sí, la semana pasada, solo la semana pasada, en el mundo murieron más de 30.000 personas por tuberculosis.
Al terminar el 2023, cerca de 1,6 millones de personas habrán muerto por tuberculosis.
Los casos vienen aumentando desde la pandemia. En Colombia, por ejemplo, el Instituto Nacional de Salud reportó 17.341 casos de tuberculosis en el año 2022.
Yo soy muy ignorante, porque la tuberculosis me sonaba a un dato histórico. Sí, se trata de la enfermedad infecciosa más mortal en la historia de la humanidad, pues ha matado más de 1.800 millones de personas desde el siglo XIX, pero ya sabemos cómo curarla y tratarla. Nadie debería estar muriendo por tuberculosis. Y, sin embargo, ahí les dejé las cifras.
¿Qué pasó? Lo de siempre. Hubo inversión estatal y privada en medicamentos y tratamientos hasta que los países ricos redujeron la mortalidad por tuberculosis. Después les dejó de importar que el resto del mundo, en especial los países pobres, seguían sufriendo la enfermedad. Para completar, surgió una variación de tuberculosis resistente a las drogas modernas, lo que aumentó el número de muertos.
Aquí es donde entra Johnson & Johnson. Aprovechando la inversión estatal, la farmacéutica desarrolló una droga llamada bedaquilina. En 2003 obtuvo una patente e introdujo el medicamento al mercado, salvando cientos de miles de vidas de personas con tuberculosis multirresistente. Esa patente vence el 18 de julio de este año, lo que implica que pueden empezar a venderse versiones genéricas de la droga. Según datos compartidos por John Green en un video sobre el tema, cerca de seis millones de personas, que no tienen cómo pagar la bedaquilina de Johnson & Johnson, podrían acceder a los genéricos en los próximos cuatro años. Si no tienen acceso, muchos de ellos morirán.
Sin embargo, hay truco. Johnson & Johnson registró una patente secundaria de la bedaquilina en el 2007. No se trata de un medicamento esencialmente diferente, sólo de una modificación que lo hace un poco más efectivo. Para fabricar el genérico basta con la información de la primera patente, pero, como podrán imaginarse, la farmacéutica quiere seguir explotando en exclusiva la droga hasta el 2027. Lo que en la práctica condenaría a millones de personas a sufrir una enfermedad que, tengo que repetir, tiene cura.
El derecho de patentes sobre medicamentos existe para fomentar la investigación con recursos privados. Pero, en este caso, Johnson & Johnson ya se lucró durante dos décadas por su invención. Alargar ese beneficio económico unos años no les va a alterar sus planes de inversión, pero sí puede cambiar vidas. Por eso Green está organizando una protesta virtual pidiéndole a la farmacéutica que no siga ejerciendo la patente secundaria y permita el mercado de genéricos. Es sencillo: Johnson & Johnson puede salvar seis millones de vidas, ¿pero quiere hacerlo?
