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Ocurrió en Newark, NY, en 1944: una terrible epidemia de poliomielitis atacó a la población de ese barrio en su mayoría judío.
Muchos se lamentaron por tener que librar una guerra en contra de un enemigo anónimo mientras sus coterráneos defendían “el mundo libre” en el Pacífico o en Normandía. Muchos dijeron que la polio era a causa de los italianos, vecinos de Weequahic, el reducto donde sucede Némesis, la última novela que escribió y escribirá el enorme escritor que es Philip Roth.
La novela es, como en ocasiones anteriores, un estudio de personaje tan bien logrado que uno se olvida de que sólo está persiguiendo a un hombre y pretende vivir decenas de vidas aquel verano de 1944. Pero no: con Roth sucede que la mirada se centra en un solo destino que es capaz de impactar, como si fuera una proposición mística, muchos otros: en las novelas de Roth no existe el azar, y todos los vasos están comunicados por razones que van de lo moral a lo religioso, pasando, claro, por lo sexual, uno de los temas obligados de sus libros.
Cuando terminaba Némesis me preguntaba por qué Roth había decidido detenerse, precisamente, con esta novela de apenas escasas doscientas páginas y que busca problematizar la justicia retributiva. ¿Hacia dónde —insistí— va un escritor que asiste al final de su escritura literaria? Roth es un experto en jugar con el pasado, en tomar episodios de la historia contemporánea de su país y convertirlos en artilugios en sus novelas. Ocurre en La conjura contra América, ocurre en Pastoral americana, por sólo nombrar dos. Y eso, además de todo lo común a su estilo, preocupaciones, maneras de ver y confrontar a sus personajes, está presente en Némesis. Sin embargo, esta es una historia mucho más claustrofóbica, una pieza muy cuidada que nos cuenta el interior de Bucky Cantor, profesor de gimnasia de un instituto, quien debe lidiar con la muerte —a causa de la polio— de varios de sus estudiantes. En ese clima aflora todo el torrente psicológico de un hombre de veinticuatro años que se pregunta dónde está Dios, si es que existe; por qué la enfermedad se ensaña contra seres que siquiera han alcanzado sus sueños, y un largo etcétera que termina por ponerlo en jaque en contra de todo y de sí mismo. Pensé en Roth y quise saber si al final de su carrera ha querido ser ese hombre que desafía a su destino sin encontrar una sola respuesta; ese muchacho que preferiría ser un héroe al esbirro de clase media que pretenden que sea. Eso, creo, es Némesis: la pesada lucha de un personaje por comprender, de manera metafísica, nuestra mortalidad.
