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Cuando era adolescente, en Bogotá se conseguían pocos fanzines.
Yo perseguía con algo de avidez ciertas músicas y veía con algo de envidia, en videos o viajes, cómo esa subcultura hacía parte de las ciudades y las escenas de otras partes. Si acaso, en la Librería Francesa —y en la Nacional de vez en cuando— podíamos comprar novelas gráficas en inglés. Recuerdo que un amigo, conocedor y seguidor del género, compró alguna vez un libro que recuerdo como un tesoro: era el Arkham Asylum, en la versión de Grant Morrison.
Un fanzine es una publicación casi artesanal que viene de la abreviatura fan’s magazine. En realidad los seguidores del fanzine son gente que sabe mucho de algo. Que persigue una idea del mundo y quiere darla a conocer. Es un género nacido en los años cincuenta en el mundo anglosajón, pero que hizo explosión en los sesenta y setenta. Sus canales de expresión han sido diversos: los hay textuales, otros que se asemejan a los cómics o historietas, políticos, históricos.
Hace más de dos décadas grupos de gente en Colombia han realizado una tarea admirable por dar a conocer un trabajo casero que impacta a la cultura popular. Entre ellos está Marco Sosa, un combativo librero que ha creado en los últimos años una valiosa editorial llamada La Valija de Fuego. La Valija es además librería (calle 45 Nº 20-45). Y le importa tanto la política como la ilustración, la música como el arte. En sus colecciones han aparecido Ramones —la mítica banda punk de Nueva York que es la culpable cierta del género—, The Cure y The Smiths y planea sacar veintitantos números que se inscribirán en el proyecto “La Fanzinoteca del Rock”.
Además de La Valija, hay en Colombia proyectos en verdad admirables como la editorial Robot, que ha publicado fanzines, y novelas gráficas como Parque El Poblado, de Joni B, o recientemente un bonito libro infantil, escrito por Katerine Ríos e ilustrado por, entre otros, Power Paola —una dibujante y creadora admirable que ha hecho además Virus Tropical con la editorial La Silueta— llamado Los abrazos de Alicia. De la misma manera, Kevin Mancera y Andrea Triana, desde Jardín, crean libros de dibujos, hacen fanzines, buscan ideas. Hay otros casos, como Vandalia o Abisal Colectivo. El mundo de los cómics y los fanzines —Rey Naranjo entre ellos— es un universo que vale la pena conocer. Quien quiera seguir equivocado pensando en que estas son cosas de adolescentes se perderá de la pequeña y silenciosa revolución de un puñado de dibujantes y guionistas que logran hacer un festival como Entreviñetas —el más reciente en Medellín— y publican cosas como El tercer ojo, de Peter Kuper, un libro de enorme calidad.
