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Otra vez

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Juan David Correa Ulloa
16 de octubre de 2009 - 03:23 a. m.
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Después del sábado cuando Colombia una vez más perdió la posibilidad de ir a un mundial se me ocurrió que, como siempre, la literatura es capaz de dar cuenta con mayor hondura de los fenómenos del mundo que cualquier otro arte. A veces se adelanta.

A veces pone un espejo retrovisor que nos deja atónitos. A veces nos arranca una risa en medio de la tragedia. Y eso es lo que ocurre con Autogol, la más reciente novela del escritor bogotano Ricardo Silva, publicada el pasado 2 de julio, cuando se cumplieron quince años del asesinato de Andrés Escobar en una discoteca de las afueras de Medellín.

Aún con el mal sabor de la derrota en la boca es bueno evadirse con las tribulaciones de Pepe Calderón, el protagonista de este disparatado libro que, a mi parecer, es el más logrado de cuantos ha escrito Silva hasta la fecha. Y es bueno hacerlo porque se trata, sin duda, de una novela capaz de retratar este estado de cosas que nos tiene, por tercera vez consecutiva, eliminados de lo que creímos, cuando Andrés Escobar aún vivía, no volvería a pasarnos: quedarnos al margen de una cita que nadie quiere perderse.

Sé que muchos dirán que para eso no es la literatura. Yo contestaría que también para eso es la literatura. Para entender cómo todos somos, de una manera u otra, ese gordo Calderón, locutor de radio, divorciado, que pierde la voz el día en que Escobar mete el autogol en contra de Estados Unidos y decide, enfebrecido por el dolor de ver perder a una selección que fue ensalzada como la mejor de esa cita, y candidata al título mundial, asesinar a Escobar. Todos somos como Pepe: todos esperamos que en el último momento, como ocurrió el sábado, lo que no sabemos hacer se haga; que nos llegue un milagro; que pierdan otros para poder ganar nosotros. Y si eso no ocurre, entonces, como Pepe, pensamos que la venganza es la mejor opción para apaciguar la tristeza de habernos quedado por fuera de un juego que no es sino eso: un hermoso juego.

Y es triste quedarse por fuera de los juegos. Pero qué le vamos a hacer. Para olvidar, o para recordar quiénes somos, hay que reírse con esta novela. Les juro que uno se siente más acompañado.

Autogol, Ricardo Silva, Alfaguara.ojoalahoj@yahoo.com

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