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Termina el prolongado y delirante periodo de Iván Duque; el destructor más eficaz de la historia reciente de Colombia, solo comparable al paralítico y paralizante Andrés Pastrana Arango, que ha ocupado el estatus más alto de la incompetencia con orgullo y engreimiento. Dos grandes demostraciones de ineptitud con efectos catastróficos que su propia falta de talento para la interpretación no alcanza a dimensionar entre el nubarrón de la soberbia. Ahora se va, por la puerta insonora del Palacio, intentando sostener el talante que nunca tuvo, caminando con la seguridad patológica de sus acciones inútiles y sonriendo ante las cámaras...

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