Mientras Iván Duque alardeaba en congresos internacionales sobre su búsqueda insaciable por la custodia del medio ambiente y de los líderes sociales que seguían cayendo acribillados y en silencio bajo sus embustes maquillados, el debate ante el acuerdo de Escazú en el Congreso de Colombia era postergado por su propia bancada para no aprobarlo jamás. Los terratenientes, los gamonales, los lobistas entre las empresas mineras de exploración, los politicastros que recibían dádivas bajo las mesas de la Cámara y del Senado, continuaban cumpliendo su cometido con la anuencia del Gobierno, que también cumplía sus cuotas de interés aunque el medio ambiente siguiera destruyéndose entre esa mezquindad criminal y frívola de los pactos económicos.
El presidente podía seguir mintiendo con palabras fáciles de compromiso ecológico sin vergüenza. La retórica diplomática podía sostenerla en escenarios donde la corrupción extrema y la bajeza no podían ser tan concebibles. Pero en la práctica terrenal, donde los muertos desaparecen entre el anonimato y el absoluto desinterés del presidente ecologista, el tiempo seguía consumiendo las últimas posibilidades para un retorno que favoreciera las acciones de custodia.
La coalición de los partidos interesados en la nueva sombra del poder pudo votarlo y aprobarlo ahora. Un avance básico para un país que pretende desarrollarse sobre los escombros de la explotación indiscriminada de sus propios recursos y sobre los vestigios de los daños colaterales de la violencia que aun alcanza otros nombres entre el silencio de la impunidad, la deforestación y el arrasamiento de todo lo que existe. Los líderes sociales siguen cayendo entre las cifras del terror acumulado y el desgobierno de un Estado que hasta ahora no ha podido llegar a sus últimas fronteras por ineptitud y desidia. Pero aun así querían prolongarlo, una vez más, los votantes de la negación al acuerdo de Escazú en el último debate del Senado. Hasta el final querían insistir en la bajeza del respaldo a los únicos interesados en la hecatombe: los dueños de las tierras que se extendían desde los tiempos de la Colonia y del saqueo paramilitar.
El acuerdo está pendiente de la ratificación en Cámara, que tendrá mayorías anticipadas por los nuevos giros y los compromisos de los partidos renovados, y permitirá que el medio ambiente tenga las mínimas condiciones de vigilancia y protección entre la tormenta perfecta del cambio climático, el desborde de las multinacionales extractoras y los grupos armados que siguen dominando las zonas en que la fuerza pública no ha hecho presencia, y donde las mismas dinámicas de los pactos oscuros han permitido la connivencia de las fuerzas del orden y de las grupos anárquicos, como una forma de vida tradicional y prolongada entre la catástrofe de la ausencia institucional . Los acuerdos silenciosos con las multinacionales siguen queriendo abarcarlo todo, aunque todo lo demás desaparezca.
El acuerdo de Escazú es una nueva visión panorámica y pragmática para el desarrollo de un país que se une al bloque ecologista de Latinoamérica, con las nuevas rutas de proyección para el avance sostenible que obliga a los gobiernos progresistas a buscar alternativas, más allá de los réditos de la autodestrucción