Desde que Richard Nixon declaró la guerra total contra las drogas en 1971, anunciando en un lenguaje estrictamente policial el objetivo de la persecución contra el enemigo principal de la nación, el libreto del fracasado ha sido cumplido ininterrumpidamente en Colombia, principal productor de drogas del mundo, con todos los muertos lanzados al absurdo de un fenómeno sin fin. Una catástrofe humanitaria que ha querido invisibilizarse bajo la solemnidad de un objetivo político, dirigido y coordinado por la potencia que hecho de sus obsesiones un mecanismo de presión con la saga de gobiernos indolentes que han trabajado también para...
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