La oposición ha iniciado sus manifestaciones públicas contra lo que consideran injusto y errático desde el nuevo poder que los ha relegado a la impotencia de la observación por fuera de los despachos de las decisiones, y han programado una segunda marcha nacional para el 24 de octubre. Pero aún no se ha entendido muy bien las razones de la desazón o de la rabia, que parecen tan fuertes y humeantes en sus convocatorias y poco racionales en sus consignas. Parece más grande aun el resentimiento contra el cambio radical en la vida pública del país que consideraron siempre suyo, sin que les importe demasiado la estructura de las ideas para contradecir las políticas y las directrices del Gobierno.
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Entre las marchas del pasado lunes, iracundas y babeantes de racismo, clasismo, xenofobia y odio general contra todo lo que les resulta diferente y extraño, se percibía más la perdida de la razón que la intención colectiva por argumentar los errores de la dirección del presidente Petro. Las consignas se lanzaban desde todos los delirios y las presunciones etéreas: “por la defensa de la tierra” gritaba un pequeño grupo en la plaza de las banderas en Cali. ¿Cuál tierra? ¿La que saquearon los paramilitares con notarios a sueldo y repartieron entre los terratenientes braveros de todas las regiones para legitimar los títulos del nuevo país que refundaron sobre los muertos sin nombre? Desde Bogotá, en la plaza de Bolivar, gritaba otro grupo en las primeras horas de la jornada por la defensa de la familia. ¿Cuál familia? ¿La que promulgó la iglesia católica desde la colonia con los prejuicios religiosos y los dogmas excluyentes contra todas las condiciones y tendencias sexuales que penaliza el infierno? Desde Medellín, un grito ensordecedor lanzaba arengas en el parque Lleras: “contra el Narco-Estado” ¿No les pareció indignante que su presidente Duque fuera acompañado en campaña con las arcas del “Ñeñe” Hernández y los recursos narcoparamilitares de la costa norte? ¿Solo ahora se intentan rasgar el espíritu de indignación cuando las medidas están dirigidas justamente a desbaratar un fenómeno criminal que incrementa cada vez mas sus fondos en la clandestinidad? Desde Bucaramanga, tierra del nuevo jefe de la oposición diluido entre la ausencia total de consignas y talento político, se escuchaban otros gritos bajo las banderas de un patriotismo ensordecedor: “por la defensa de la vida”: ¿Cuál vida? ¿La de los que aún no han nacido y defienden con los poderes de la superstición o de los jóvenes que acribilló la fuerza pública en los tiempos en que hacían silencio y caso omiso frente los exterminios dirigidos por sus partidos y sus banderas?
Los dirigentes de la marcha aún no se pronuncian tampoco contra las peligrosas ideas de Esperanza Castro, la voz que resonó entre la furia de las arengas por sus fogonazos de odio y racismo contra Francia Márquez. Y allí van, convocando una segunda jornada sin consignas claras y sin argumentos sólidos contra el poder que ahora, a puerta cerrada, ha intentado negociar con Uribe Vélez y otros nombres de la oposición los ajustes a la reforma tributaria y de tierras, mientras los bastiones del odio siguen quedando en el aire y en las calles aguzando el desprecio sin dirección y otras bocanadas de rencor contra las minorías que les siguen pareciendo dignas del exterminio.