Gustavo Petro se sentará el próximo 7 de agosto en el trono de Nariño; una imagen revolucionaria frente a una larga historia feudal que había prolongado las prácticas de la Colonia hasta lo imposible y lo impensable: el predominio del poder y el blindaje de sus pactos antiguos, la ligereza y la burla sobre una Constitución de papel , el distanciamiento del Estado con los territorios, la prolongada comodidad de la burocracia entre la ineptitud y la improvisación sin supervisiones, la soberbia del delirio antiguo de los criollos que se creyeron siempre merecedores de una investidura por los designios de la divinidad. Toda esa larga tradición de 200 años ininterrumpidos se ha detenido para la transición del nuevo ejercicio del poder desde un nuevo paradigma.
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Gustavo Petro se sentará el próximo 7 de agosto en el trono de Nariño; una imagen revolucionaria frente a una larga historia feudal que había prolongado las prácticas de la Colonia hasta lo imposible y lo impensable: el predominio del poder y el blindaje de sus pactos antiguos, la ligereza y la burla sobre una Constitución de papel , el distanciamiento del Estado con los territorios, la prolongada comodidad de la burocracia entre la ineptitud y la improvisación sin supervisiones, la soberbia del delirio antiguo de los criollos que se creyeron siempre merecedores de una investidura por los designios de la divinidad. Toda esa larga tradición de 200 años ininterrumpidos se ha detenido para la transición del nuevo ejercicio del poder desde un nuevo paradigma.
El acuerdo nacional, reafirmado por Petro en su primer discurso desde el Movistar Arena, tendrá la complejidad que las palabras no pueden dimensionar en su belleza estética y sonora. Los partidos que no fueron estrictamente derrotados intentarán muy pronto construir una imagen estratégica de oposición que los pueda elevar entre el panorama político para una próxima jornada electoral, capitalizando los errores y los pendientes que queden del periodo. Cambio Radical tiene aún el aura y la estructura sin la marca fatal de un protagonismo demasiado visible, y saben que pueden jugar las cartas ahora que el uribismo ha quedado paralítico y al borde de la última desaparición. Así que la confirmación del acuerdo estará marcada por las tácticas y los cálculos de quienes saben que pueden usar a su favor la distancia con el nuevo trono.
Las posibilidades del reinicio de conversaciones con el Eln tendrán también la incertidumbre del radicalismo atravesado de una guerrilla que no ha podido superar la solemnidad de sus muertos icónicos, negándose a ceder lo que debe cederse en un diálogo para el fin de un conflicto. Han sido siempre más delirantes y extremistas que las extintas Farc, y sin una estructura piramidal de mando y una línea de comunicación efectiva, no habrá consensos suficientemente seguros para la firmeza de conversaciones que se prolongarán en el tiempo con todas las sospechas latentes de traición, aunque el interlocutor parezca políticamente cercano y la atmósfera del tiempo parezca conveniente.
La evasión fiscal de los grandes capitales seguirá reverberando, aunque el poder ejecutivo y sus órganos de control direccionen las luces a los rostros históricamente confiados de la sombra. Las intenciones políticas de lo urgente no tendrán la facilidad de la regulación frente a las tácticas profesionales de una fuga que conoce las entrañas y los trucos de los paraísos fiscales, con altos estándares de encubrimiento para apellidos de alta resonancia en la región, clientes antiguos de Suiza y Panamá con años de fidelización y permanencia.
Las maniobras de Petro en los días tempranos de su presidencia podrán tener la contundencia de los efectos en la opinión si las promesas lanzadas desde su página oficial, tan pronto y tan firmes, puedan verse rápidamente iniciadas. Si el tiempo lo desborda, los buitres parados en las noches del palacio podrán justificar la jugosa carnicería con su nombre y su entorno, aún inexpertos en las altas cortes de un país que no ha dejado todavía sus rezagos de reino.