Nunca se supo a ciencia cierta por qué expulsaron a Seki Sano del país.
Nacido en Japón en 1905, en 1922 se matriculó en la Escuela Superior de Urawa, en donde se inició en el teatro, al que le dedicaría su vida entera. En 1930 lo detuvieron junto a otros activistas japoneses y lo acusaron de cooperación económica con el Partido Comunista. Condenado al exilio, anduvo por Europa denunciando al nazismo desde el cine y el teatro, y apoyando también la guerra de China contra el Japón. En Alemania fue nombrado representante japonés de la Organización Internacional de Teatro Revolucionario. En 1931, trasladan las oficinas de esta organización a Moscú; allí trabajó con Konstantín Stanislavski y fue asistente de Vsévolod Meyerhold. En 1937, sin embargo, es expulsado de la Unión Soviética de Stalin. Tras pasar por un campo estadounidense para inmigrantes japoneses, alemanes e italianos encuentra asiló en México en el año de 1939.
Estando allí lo contrató el gobierno colombiano para que enseñara a actores y a directores de teatro nacionales cómo hacer televisión; un invento de años recientes que en 1954 había traído el entonces presidente de la República Gustavo Rojas Pinilla.
Su exigencia, aún recordada, era proverbial. «Era intransigente con los mediocres y riguroso hasta la crueldad» se lee en la semblanza que de él hace Juan Gabriel Vásquez en su biografía de Sergio Cabrera, Volver la vista atrás. No toleraba la mediocridad y muchas veces se le vio salir refunfuñando de un teatro en medio de una función por la falta de talento o de esmero de una compañía o de algunos de sus actores. Esa actitud desafiante que aspiraba a la excelencia sin concesiones molestó la poquedad de muchos, que vieron en entredicho su talento —si alguno tenía— por la maestría, el arte y las enseñanzas de Seki Sano.
Y como resultaba difícil trabajar con disciplina y con constancia, y estudiar la lección, les resultó más fácil levantar falsos testimonios frente a un régimen crédulo e intonso que en el acto lo condenó al exilio. Fue acusado de actividades proselitistas y de inclinaciones marxistas en plena dictadura de Rojas Pinilla. «Una conspiración de envidiosos» lo echó, es la tesis que defendieron los mejores de su gremio entonces, incluido Fausto Cabrera, quien fuera colega y amigo personal de Seki Sano.
Esta es la triste alegoría del modo inclemente en el que Colombia trata a todo aquel que logra descollar, a todo aquel que osa sobrepasar la línea gris e insulsa de la medianía, tan denostada en sus estudios sobre la idiosincrasia colombiana por Jaime Jaramillo Uribe. Nunca se supo a ciencia cierta por qué expulsaron a Seki Sano del país, pero lo cierto es que nadie lo ignora.