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Muy en contravía del optimismo triunfante y fuera de toda proporción de Iván Duque, quien en su más reciente entrevista sostuvo que de poder lanzarse a la Presidencia sería reelegido con toda seguridad, se mostraron los resultados de las votaciones del domingo.
En contra de este optimismo ajeno a toda realidad ―la aprobación de Iván Duque es del orden del 20%, la desaprobación de su gestión es del 73%― el país dio un no rotundo a la continuidad del actual partido de gobierno. Federico Gutiérrez, pese a tener el respaldo de todos los partidos del establecimiento, obtuvo cerca del 24% de los votos y quedó en tercer lugar, sin posibilidad de disputar la Presidencia de la República. Asunto distinto es que, conocidos los resultados, todo el uribismo haya adherido rápidamente a la campaña de Rodolfo Hernández.
Esta primera votación a la Presidencia de la República concuerda con las proyecciones que los sondeos más recientes habían arrojado en toda Colombia: Gustavo Petro y Rodolfo Hernández pasarían a la segunda vuelta. Hernández ―decían los sondeos― estaba alcanzando a Federico Gutiérrez en intención de voto. Pese a lo inusitado de las predicciones y al escepticismo de tantos ciudadanos así fue, de manera que el actual escenario es bastante complejo. No sólo por lo que pueda pasar con cualquiera de los dos candidatos que llegue al poder, sino porque una encuesta realizada días antes de las elecciones (Invamer) mostró que en una eventual segunda vuelta entre Petro y Hernández habría un empate técnico. Es decir que la Presidencia se decidiría por unos miles de votos.
En estas tres semanas que quedan para las votaciones finales dos elementos se mostrarán decisivos: el voto en blanco y los votos del centro. Casi todos los votos del uribismo (por no decir todos) irán a la campaña de Rodolfo Hernández, por su obvia y marcada contraposición a la campaña de Gustavo Petro. De manera análoga a como muchos de los votos adicionales que buscará Petro en la segunda vuelta provendrán no del apoyo a su proyecto político, sino de la crítica y el rechazo al uribismo.
Quedan entonces el centro y el voto en blanco. Sergio Fajardo logró menos de un millón de votos, pero su programa de gobierno, serio y bien estructurado puede ofrecerle contenido político y visión de país al discurso ambiguo y por momentos vacuo de Rodolfo Hernández. Y esto sí puede ser decisivo, más que el conjunto de votos obtenido por los Verdes, que es de presumir se dividirán entre las dos campañas, según sea mayor o menor su aversión al petrismo o al uribismo. El voto en blanco y el abstencionista de la primera vuelta se mostrarán también definitorios. En las elecciones de hace cuatro años la abstención fue del 47%. Es probable que los esfuerzos de ambas campañas se centren en ganar participación en el medio del espectro político colombiano, tan alejado de los extremos.
En breve sabremos quién será el Presidente. Por lo pronto, quienquiera que asuma el gobierno tendrá muchos retos, sin duda; a mi juicio los más urgentes son restablecer la institucionalidad y combatir las violencias diversas que de un tiempo para acá volvieron a ensañarse y a fragmentar el país; violencias que han hecho que otra vez valga tan poco la vida en Colombia.
