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Atalaya

El instinto de Francis Bacon

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Juan David Zuloaga D.
17 de julio de 2025 - 05:04 a. m.
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Toda pintura, toda obra de arte es expresión del ser del artista. Cuando es auténtica, la pintura es transfiguración del alma del artista; o al menos plasmación de un instante de su vida.

Por eso siempre que distintos artistas retratan un mismo tema el resultado es tan disímil como distintas son las biografías de quienes hacen la obra. A esto se refiere Michel Henry cuando, en su maravillosa biografía sobre Kandinsky, Ver lo invisible, sostiene que «todo arte es arte abstracto». Podrán los artistas estar sujetos a unas normas de representación pictórica, podrán estar constreñidos por un paradigma estético, como, pongamos por caso, ocurrió en la Edad Media, período durante el cual el motivo preponderante de representación fue el religioso, y aun así los resultados son diversos, pues diversos son también los corazones.

El camino para el artista es encontrar ese sello que le dará la impronta a la obra; eso que en la literatura llaman voz propia y en las artes, estilo. La autenticidad de la obra reside, pues, en afrontar con denuedo esa búsqueda y en la aceptación de ese destino; en la capacidad de plasmar con maestría eso que de genuino y de esencial hay en cada quien.

Y constato, leyendo sus conversaciones con Franck Maubert (El olor a sangre humana no se me quita de los ojos), que Francis Bacon era consciente de esos móviles de la creación artística y a ellos se plegó sin ambages y con valentía: «La carne ha impresionado de verdad todos mis instintos. Fue un choque visual […] Mi pintura es, en primer lugar, instinto. Es un instinto, una intuición que me empuja a pintar la carne del hombre como si se expandiese fuera del cuerpo, como si fuera su propia sombra […] El instinto está mezclado con la vida. Trato de situar el objeto lo más cerca posible de mí y me gusta esa confrontación con la carne, esa auténtica desolladura de la vida en estado bruto».

A uno le puede gustar más o menos la pintura de Francis Bacon —a mí me encanta—, pero lo que no se puede negar es que su obra es genuina transfiguración de su espíritu y de su ser; y en ese desparpajo y en esa honestidad hay ya un camino para el arte y una puerta para la grandeza.

Por eso cuando le preguntan por un consejo para un joven pintor sólo atina a decir: «Que acepte lo que es. Y que trate únicamente los temas que lo absorben y obsesionan, los que habitan y afirman su pensamiento. Que se aleje de todo lo que es puramente decorativo». No sólo estoy de acuerdo, sino que no puedo pensar en un mejor consejo para todo artista.

@D_Zuloaga

juandavidzuloaga@yahoo.com

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«Que acepte lo que es. Y que trate únicamente los temas que lo absorben y obsesionan, los que habitan y afirman su pensamiento. Que se aleje de todo lo que es puramente decorativo», que gran consejo no sólo para un pintor sino para todo el mundo.
Gines de Pasamonte(86371)17 de julio de 2025 - 12:12 p. m.
Me cautiva de Francis Bacon su originalidad, Juan David. Obsesionado con Velázquez, (al igual que Picasso), específicamente con el Retrato del Papa Inocencio X (1650), del que Bacon pintó múltiples versiones en las que el Papa aparece con una expresión de horror, casi histérica. También Picasso llamó su atención: “De Picasso a Velázquez", una selección de 50 pinturas de gran acogida. ¡Kandinsky! Tu colega Fernando Araujo, nos regaló dos excelentes columnas sobre él en junio de 2021.
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