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El proceso de fusión

Juan David Zuloaga D.

23 de octubre de 2025 - 12:03 a. m.

En uno de los capítulos más inquietantes de Contra toda esperanza narra Nadiezhda Mandelstam un artificio psicológico que denomina ‘proceso de fusión’. Consiste en que trozos o períodos de vida se fusionan unos con otros ignorando lapsos que, entre medias de los períodos fusionados, la persona quiere olvidar. Lapsos tristes o dolorosos, experiencias labradas a fuego en el espíritu de las que queremos deshacernos; vivencias crudelísimas como las que soportan —es el ejemplo que pone Nadiezhda Mandelstam— quienes vivieron en campos de concentración.

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Viene a la memoria ese evocador y tajante ‘Como decíamos ayer’ que pronunciara fray Luis de León tras pasar cinco años encerrado en una prisión después de ser acusado de judeoespañol y de criptojudío, además de otros infundios en su contra. Calumniado en 1571, fue encarcelado en 1572 y absuelto en 1577. Volvió a su cátedra en la Universidad de Salamanca y retomando la fórmula con la que iniciaba sus clases diarias, comenzó de nuevo su lección tras cinco años de ausencia: ‘Como decíamos ayer…’. La misma fórmula que empleó Miguel de Unamuno cuando, de regreso a esa misma Universidad de Salamanca, tras siete años de exilio por haber escrito en contra de la dictadura de Primo de Rivera, tornó a su cátedra y a regentar el rectorado de la universidad.

Es el mismo proceso, nos dice Mandelstam, del prisionero que es liberado de un campo de concentración y el mismo, supone uno, al que debe de acudir un preso común el día de su liberación. «En esos instantes el ser humano vuelve a ser él mismo y arroja la máscara que por voluntad de las circunstancias tuvo que llevar».

Pero no siempre es posible recurrir a este artificio psicológico, acota Mandelstam, pues en ocasiones los pedazos yacen dispersos y resultan o se nos antojan irreparables. Ellos no tienen más remedio que comenzar de cero su vida, pues los pedazos yacen rotos para siempre sin remedio y sin posibilidad de redención. Es una pena. Ojalá siempre fuera posible recomponer los pedazos, enderezar el camino, volver sobre los pasos perdidos, desdecir la palabra proferida, enmendar los yerros y deshacer los entuertos. Ojalá fuera posible. Para conciliarnos con el pasado, para soportar un mundo ominoso y una realidad avasallante y cruda. Pero no se puede, no siempre se puede. Y por eso nos embargan el corazón una nostalgia imprescriptible e indecisa y una sempiterna e inapelable melancolía.

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@D_Zuloaga

juandavidzuloaga@yahoo.com

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