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Hacia finales del siglo XIX, como consecuencia de la desazón política y social que reinaba entonces, aparece en escena un movimiento artístico que en la historia del arte se conoce como decadentismo. El decadentismo —su nombre lo indica— fue el resultado de un cansancio y hasta de una extenuación.
Las vanguardias artísticas que germinaron hacia finales del XIX y comienzos del XX surgen, en cierta medida, como respuesta a esa extenuación, que también se registraba en los caminos y en las maneras del arte. Una de las vanguardias que habría de tener mayor influencia y mayor perduración, no sólo en sus resultados y en su influencia, sino también en su quehacer y en sus procedimientos sería la del arte abstracto.
El arte abstracto conoció, en sus orígenes, dos fuentes y de ellas emanan sus resultados más característicos: por un lado, aparece como una saturación del expresionismo, que había comenzado a desdibujar la figura y a desfigurar los rasgos y los contornos de los rostros y de los cuerpos; la otra raíz fue el arte que surgió de las indagaciones en torno al objeto y a las figuras que hicieron primero Kandinsky y Mondrian después. Su empeño fue el de romper las ataduras y los constreñimientos que la figuración imponía; fue el de crear un arte que, al margen de la representación, permitiera expresar esa verdad interior de la vida y pudiera erigirse como transfiguración de los vaivenes del corazón. Su tarea fue la de hablar de la realidad y del mundo sin apelar a la representación; su labor fue el denodado intento de expresar las emociones del alma sin el concurso y la mediación estricta de las figuras y de las formas. Se trataba de una búsqueda interior que revelara lo espiritual en el arte, la verdad del alma.
Estas dos tendencias y sus procedimientos, tan distintos en sus orígenes y en sus pretensiones, habrían de mostrarse ricos en exploraciones y fecundas serían sus consecuencias. Y análogos sus resultados, superponiéndose y a la larga confundiéndose; no obstante sus orígenes fuesen tan distintos, pues la poética de Kandisnky estaba muy alejada —casi en las antípodas— de la brusquedad y de la rudeza del método expresionista. Para el arte de cuño kandinskiano no se trataba de criticar el mundo denostando de la realidad y mostrando su faz más siniestra, sino de revelarlo en su verdad más íntima y secreta, prescindiendo del peso de la materia que dificulta y nubla la percepción, la pura percepción, pudiéramos decir.
De estas dos raíces nacen la abstracción pura, el arte abstracto geométrico, el cubismo, el suprematismo, el constructivismo y el rayonismo. Movimientos y maneras que, bien en su proceder, bien en sus frutos, perduran hasta nuestro tiempo ornando, con sus obras inquietantes, la historia del arte y las estancias que habitamos.
