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Atalaya

La enseñanza de Myriam

Juan David Zuloaga D.
11 de enero de 2024 - 02:05 a. m.

Agobiado por los males del mundo, consternado por las derivas muchas veces crueles y deshumanizadas por las que en ocasiones transitan las sociedades, no deja uno de preguntarse cuál pueda ser el camino que nos llevaría a vivir mejor, la senda que serviría para construir un mejor mañana.

En Occidente siempre ha primado la idea de que son o debieran ser los gobiernos los encargados de construir mejores sociedades, los destinados a edificar un mundo mejor, un mañana digno y esperanzado. Olvidando, tal vez, que esas sociedades que queremos que el Estado cambie están constituidas por personas, y que la suma de sus acciones y de sus decisiones forja también las metas y los destinos de una sociedad. Se olvida, quizás, que siendo mejores personas también se puede construir sociedades más éticas y un mundo más justo. Y tal vez sea ese el mejor dique para contener el mal cuando se vive en sociedades injustas gobernadas por Estados corrompidos: actuar bien incluso si el mundo o la sociedad son malos.

Hace unas semanas murió mi tía Myriam. La persona más buena que he conocido. Vivió noventa y un años y cada uno de ellos los dedicó al servicio y al cuidado de los demás. Primero trabajando en el banco de sangre del Hospital San Vicente de Medellín. Con su salario ayudó a sostener la casa familiar, que fue de diez hermanos. Entre otras acciones de desapego y de generosidad, pagó los estudios universitarios de mi papá. Luego, ya jubilada, se hizo cargo del cuidado de sus padres. Hasta el día de su muerte. Antes falleció mi abuelo. Después seguiría ocupándose de mi abuela Mariela y de ella fue enfermera y hasta lazarilla los últimos años de su vida, pues quedó ciega por causa de una mala intervención quirúrgica. A la muerte de mis abuelos siguió administrando la casa y cuidando de tres de sus hermanas que vivieron con ella, y lo hizo con entereza y con generosidad hasta el final. Nunca la vi airada y sólo salían de su boca palabras buenas y encomiosas de todas las personas. Ni un solo enemigo dejó en sus 91 años, y todos cuantos la conocieron siempre decían de ella ‘Myriam no es sino buena’. Y a mí ese me parece el mayor elogio para hablar de una persona. Y me parece también la ética más alta y más exigente a la que podamos aspirar.

Llevaba años queriendo escribir esta columna para rendirle un homenaje por su vida ejemplar y para agradecerle por la enseñanza honda que nos dejó. Sólo ahora, pasado el tiempo, encuentro las fuerzas aun si no encuentro las palabras para hablar con justicia y con verdad de la persona más buena que he conocido, mi tía Myriam. Crecimos en una familia en la que nunca se han manifestado con facilidad ni con elocuencia los sentimientos. Imagino que muchos hubieran querido expresar lo que ahora intento decir. Ignoro si alguna vez lo dijeron. Yo no pude, pero me parece un acto de justicia con su memoria hacerlo hoy, aunque ya no esté con nosotros. No importa; nos deja su recuerdo y la enseñanza seria y profunda de que aun viviendo en un mundo perverso y mezquino podemos ser buenos y podemos ser justos. Que haya aún o haya habido personas así, al menos una, me reconcilia con el mundo y me devuelve la esperanza y hasta las ganas de vivir.

@D_Zuloaga

juandavidzuloaga@yahoo.com

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Hincharojo(87476)13 de enero de 2024 - 05:32 p. m.
Bonito homenaje.
Helena(66766)13 de enero de 2024 - 01:47 a. m.
Muy lindo! El mejor legado una vida al servicio !
Maribel(27840)12 de enero de 2024 - 10:35 p. m.
Mi tía Ines, tía abuela que se encargó de todos los sobrinos, madre y de su hermana abandonada por su cónyuge y nunca se quejó. No era sino buena decíamos todos. Gracias por recordarmela.
Ernesto(26335)12 de enero de 2024 - 02:52 a. m.
Un abrazo de condolencia y sus palabras se ajustan al sentimiento de gratitud ofrecido a su tía.
alvaro(76376)12 de enero de 2024 - 12:13 a. m.
Felicitaciones por tener una tía ejemplar.Me uno al homenaje y deseo que existan mas tías así.Las necesitamos en este País lleno de odio.
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