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Hoy será el lanzamiento de la imagen de la edición XLI del Festival de Cine de Bogotá. El evento tendrá lugar en la Casa Lleras desde las seis de la tarde. Con este evento se inaugura la edición de este año.
Como es costumbre desde la primera edición, cuando una obra de Antonio Grass sirvió de imagen para esta aventura cinematográfica que comenzó en mil novecientos ochenta y cuatro, el afiche se le encomendó a un artista plástico de reconocida trayectoria. En esta ocasión el turno le correspondió a Darío Ortiz, pintor tolimense radicado en Méjico desde hace más de doce años. Dentro de la ya larga lista que completan los nombres de artistas que han recibido el encargo de realizar el afiche del Festival de Cine de Bogotá se cuentan nombres notables de la plástica nacional e internacional como Juan Antonio Roda, Antonio Seguí, David Manzur, Beatriz González, Pedro Ruiz, Sandro Chia o Carlos Salas.
El trabajo de Darío Ortiz ha sido expuesto en distintos lugares de Colombia y del mundo; en galerías de Europa, de Asia y de América, en el Museo de la Ciudad Imperial de China, en el Museo Youngeun de Seúl o el Museo de Arte Moderno del Estado de Méjico. Participó en la LVIII Bienal de Venecia en el año 2019 y en la edición VII y VIII de la Bienal de Beijing en los años 2017 y 2019. Promovió el movimiento neorrealista de la Florida en la década del noventa y fue el fundador en el año 2003 del Museo de Arte de Tolima.
Su obra, que en ocasiones ha sido calificada de neorrealista, es recordada por sus pinturas al óleo; suele pintar cuadros de gran formato en los que, siguiendo temas clásicos y muchas veces bíblicos, retrata con patetismo las pasiones humanas. Con una pincelada decidida y el uso de colores fuertes, muchas veces ocres, en donde la figura humana es la gran protagonista, crea escenas inquietantes que retratan con descarnada realidad las emociones de los personajes escogidos para la composición. Seres comunes en medio de escenas inquietantes, cargadas de hondo realismo, crean un universo estético que no riñe con una crítica contundente de la violencia y de la realidad social latinoamericana, a menudo cruda y problemática.
Nos recuerda la obra de Ortiz, con sus escenas veristas y con sus retratos logrados de seres ordinarios, la relación íntima y perdurable que desde siempre han mostrado el cine y la pintura.
