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Uno de los primeros pronunciamientos del presidente Gustavo Petro fue que el equipo de trabajo de su gobierno estaría conformado por personas muy preparadas. Para lograrlo convocó a todos los doctores de Colombia y los invitó a que enviaran sus hojas de vida para ser evaluadas con el propósito de que se vincularan a la construcción del nuevo país.
Poco duró esta iniciativa. Basta echar un vistazo a los puestos de mando para ver que nos gobierna una medianía absoluta. Más o menos igual a como venía ocurriendo en los períodos anteriores. Podemos recordar en la esfera pública currículos y trayectorias tan dudosos como las del bachiller Ernesto Macías o la del estudiante universitario Julián Bedoya para comprender la magnitud del asunto. Pero en esto (como en otros muchos aspectos), pese a las arengas de todos los días y pese al lema del gobierno, el de Gustavo Petro tampoco fue el tiempo del cambio. Todavía causa revuelo el nombramiento de Juliana Guerrero como viceministra de la Juventud en el Ministerio de la Igualdad. La nueva viceministra es tecnóloga en gestión contable y le apareció en su hoja de vida, en cuestión de un par de semanas, un título en contaduría pública de la Fundación Universitaria San José.
Mientras la oposición se indignaba, con toda razón, por este proceder del gobierno de turno, se estaba eligiendo en la Corte Constitucional a Carlos Camargo, discretísimo defensor del Pueblo durante el desgobierno de Iván Duque. Aquel burócrata, de modestísimo desempeño profesional en todos los cargos que ha calentado, es tristemente recordado porque en medio de la situación más difícil de orden público de las últimas décadas en el país se refugiaba en su casa de descanso en Anapoima, no fuera a ser que le tocara defender al pueblo o le tocara ponerse a trabajar.
Distintos medios de comunicación mostraron que su llegada a la Corte obedece a haber nombrado, a lo largo de su carrera política, a familiares y a amigos de magistrados y congresistas, que luego terminaron ternándolo y eligiéndolo para su cargo en la Corte. La Corte Constitucional es una de las entidades más reputadas del Estado y de las que goza de mayor renombre, aunque también hayan pasado por ella personas de escasa formación académica y deontológica como Jorge Pretelt, pongamos por caso.
Parece entonces que no es cuestión de izquierda o de derecha, de gobierno o de oposición, sino de la franca decadencia del régimen político nacional. Estos dos nombramientos tan recientes constatan que aquí sigue imperando la falta de rigor en la contratación y en el nombramiento de los cargos públicos, la falta de seriedad y la falta de compromiso en la construcción del país y en la consolidación de una idea de Nación.
Claro que hay en Colombia gente laboriosa, capacitada, estudiosa, disciplinada que podría aportar mucho en la construcción del camino y en el dibujo del horizonte que requiere el país del mañana. Claro que ahora, como antes, hay aquí y allá, personas preparadas y trabajadoras en ministerios y dependencias, y suelen ser las que jalonan el accionar del Estado y sacan avante los proyectos más decisivos de gobiernos locales y nacionales. Pero, por razones bien sabidas, no son la mayoría ni son tampoco los que suelen llamar a participar en los ministerios, las cortes y los gobiernos de turno. Tampoco en este aspecto el de hoy fue el gobierno del cambio, sino el de las prácticas de antaño, las de siempre. La vieja escuela colombiana de los mismos con las mismas.
juandavidzuloaga@yahoo.com
