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Atalaya

Resignificar el mundo

Juan David Zuloaga D.
16 de enero de 2025 - 05:00 a. m.
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Basta salir a la calle para constatar que los fundamentos que sostuvieron el mundo durante centurias se vinieron abajo.

Hacia el final de El pentateuco de Isaac, Mark Semiónovich Lébedev, cineasta y personaje de la novela de Ángel Wagenstein, explica a Isaac Blumenfeld el modo en el que opera la vida en los campos de concentración soviéticos y explica por qué lograron sobreponerse y vencer a los alemanes. No hay una lógica secreta ni un esquema, sostiene. «Los nazis hicieron público con antelación su programa ideológico y lo fueron cumpliendo estrictamente hasta el último segundo: qué pueblos estarán sujetos a una solución final, convirtiéndose en estiércol para la raza aria, o cuáles iban a ser sus socios más adecuados. Criterios exactos y transparentes, fijados de antemano. Es cierto que éstos fueron bárbaros, inhumanos e idiotas, pero eran criterios a fin de cuentas». En el lado soviético, sostiene Lébedev, no hay reglas. «La verdad es que el caos espontáneo de la democratización soviética fue el que derrotó a los alemanes perfectamente organizados que, desde niños, han aprendido que en el tablero de ajedrez hay dos caballos negros y dos blancos. Nosotros metimos un tercer caballo en el juego y los machacamos […] Para mayor sorpresa de los oficiales alemanes nosotros sacamos el tercer caballo, el quinto as, jugamos al póquer con las reglas del fútbol. Nuestra fuerza radica en los caprichos del caos, en la arbitrariedad de las partículas que se mueven en desorden, en el juego sin reglas. En otras palabras: en la sorpresa que muchas veces nos sorprende a nosotros mismos por el alcance de sus resultados».

Y recuerdo ahora que en ese saber adaptarse a las circunstancias siempre cambiantes del mundo encuentra la escuela del análisis existencial (Eugène Minkowski, Ludwig Binswanger, Rollo May, Freiherr Viktor E. Von Gebsattel, Henri, F Ellenberger…) la diferencia entre la persona sana y la enferma. La enferma absolutiza un elemento de su mundo o de su conducta y lo erige en guía de su acción, lo que le da la tonalidad típica a su carácter maníaco. Cierta rigidez en la conducta, cierta incapacidad por saber amoldarse a las circunstancias del mundo delataría entonces una tendencia patológica. El hombre sano, en cambio, es capaz de enfrentarse a las circunstancias, llenas de altibajos y de matices: el acontecimiento reclama unas respuestas, unos movimientos que el cuerpo despliega respondiendo de manera diversa a cada estímulo. Merleau-Ponty lo llama comportamiento. Saber responder a las circunstancias varias y posibles que prodiga la vida, estar a la altura de las vicisitudes y amoldarse a ellas según lo reclame cada situación, valerse, en una palabra, de eso que Nicolás Maquiavelo entendía por virtud, es señal de estar sano, mientras que responder con un único tema o con una única categoría es síntoma de una patología.

Esa resignificación del mundo la emprende a diario el hombre sano y no siempre puede ni sabe cómo hacerlo el enfermo. Y saber hacerlo resulta necesario, sobre todo en estos tiempos en los que los fundamentos de lo que fuera la civilización se vinieron abajo y debemos buscar nuevos caminos…

@D_Zuloaga

juandavidzuloaga@yahoo.com

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Atenas(06773)16 de enero de 2025 - 12:00 p. m.
JuanDa, honda y reflexiva columna sobre lo q’ es, quizá, una de las más inquietantes preguntas q’ se formula el bípedo implume: ¿estoy solo y dependo exclusivamente de mi o hay fuerzas ajenas q’ me llevan, conducen y manejan a su antojo? Entonces recuerdo una excelsa sentencia o sabia frase: “La mente de carácter determina su entorno, la débil depende y se la atribuye a la suerte”. Atenas.
  • Manuel(07848)16 de enero de 2025 - 03:05 p. m.
    Usteed insano abusador, maníaco tormentoso, vómito punitivo. Fuera🥶🤢😂🤮😰
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