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Sentirse aludido

Juan David Zuloaga D.

30 de agosto de 2023 - 09:05 p. m.

Son tantas y tan infames las noticias que a diario produce este país, que hemos perdido la capacidad de escandalizarnos. A fuerza de vivir en medio de tanto desasosiego y de tanto dolor, hemos terminado por aceptar como normales los hechos más aberrantes de injusticia y de corrupción; tan solo porque se tornaron cotidianos.

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El individualismo sin medida que hoy reina pretende que, frente a lo despiadado e inhumano, basta con entornar los ojos o con mirar para otro lado. Así se puede sobrevivir en esta selva de horror y de espanto, sí, pero no se puede construir una nación ni consolidar una comunidad. Hay quienes deciden mirar para otro lado porque creen que esa violencia no los afecta, porque estiman que la guerra no es de ellos ni es con ellos, cuando lo cierto es que esa violencia es un desequilibrio que se debe corregir.

Un país es la suma de cada uno de los actos de todos los ciudadanos. El robo que sufrimos en una calle cualquiera; la violencia, grande o pequeña, que todos padecemos; las estafas sin número de las que somos objeto… todo eso es resultado de un desbarajuste social. Intentar arreglar ese desequilibrio a través de la consolidación de un Estado policivo o ejerciendo la fuerza estatal, todo lo legítima que se quiera esa fuerza, es como intentar curar un cáncer con paños de agua tibia. No basta con encarcelar a quienes infringen la ley. Es preciso construir una sociedad sobre los cimientos de la educación, en donde los ciudadanos se vean siempre compelidos a hacer el bien. Y para lograrlo no basta, como pretenden algunos, con cerrar los ojos porque se figuran que de ese modo nada pasa. No basta con mirar para otro lado cuando están atracando al vecino o cuando están asesinando al prójimo. No. Conminados a vivir en un mismo espacio, todas las acciones se nutren y se retroalimentan; se condicionan entre sí. Estamos condenados a construir y a lograr un equilibrio social; equilibrio que nada tiene que ver con una igualdad, toda vez que el mundo (natural y político) es la convivencia entre desiguales (en términos físicos, intelectuales, psicológicos…). Se trata, más bien, de procurar un equilibrio en donde todas las acciones, es decir, todas las interacciones, se den en un marco organizado y a partir de unos mínimos de salud, de educación, de justicia y de libertad; o, lo que es lo mismo, con unos mínimos de dignidad.

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Se tiene que comprender, entonces, que la tarea de hacer un país no excluye a nadie. Hay que sentirse aludido y saber que construir la Nación es un llamado que día a día nos reclama y es una labor que exige todo nuestro empeño.

juandavidzuloaga@yahoo.com

@D_Zuloaga

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