Son diversas las formas de violencia que ejerce el Estado contra los ciudadanos, algunas claras otras menos patentes: la violencia física que en ocasiones ejercen los cuerpos policiales; la corrupción que priva a tantas personas de bienes de primera necesidad (salud, educación, transporte o vías de acceso); la burocracia enrevesada y torpe de los Estados modernos que hace perder el tiempo, la paciencia y la salud de cuantos a ella tienen que enfrentarse; negar el acceso a la cultura…
Con el ánimo de universalizar el acceso a la cultura, la Alcaldía Mayor de Bogotá dispuso hace años que todos los artistas que hicieran presentaciones públicas debían también ofrecer un concierto gratuito en la Media Torta. Por las dificultades de cumplir con la norma (imaginen ustedes tratando de explicar el alcance de la norma a Luciano Pavarotti o a Metallica) se permitió que tal presentación pudiera compensarse con una suma económica (que imagino habría de destinarse a la cultura).
La norma que era noble era también, sin embargo, de difícil cumplimiento. Pero otras soluciones podrían ponerse en práctica para dar mayor penetración a la cultura en el país.
El primero –y parece elemental, no entiende uno muy bien cómo no se les ocurre a los burócratas al mando– es abrir las bibliotecas. Sí, así de sencillo. Hace unos días, por poner un ejemplo reciente, intenté entrar a la Biblioteca Luis Ángel Arango. Pero he aquí que la principal biblioteca de la capital y del país cierra sus puertas a las cuatro [sic] de la tarde. Sí, a las cuatro de la tarde. Me parece escandaloso, claro; y lo es. En los países civilizados las bibliotecas públicas (al menos las principales) no cierran, es decir están abiertas las 24 horas del día. Pero estamos en Colombia, señores. Aquí la principal biblioteca pública del país cierra sus puertas a las cuatro de la tarde. Y no propiamente porque madruguen mucho, pues las abren a las nueve de la mañana. Aunque en la placa de la entrada dicen que se cierra a las cinco de la tarde, lo cierto es que desde las cuatro prohíben el ingreso de los lectores.
Abren las 24 horas del día, decía, en los países civilizados. Y las 24 horas hay lectores en ellas. Pero para que eso ocurra lo primero que debe hacerse es abrir las bibliotecas, para todos. Ampliar los horarios; es lo primero. Y educar en la cultura, en la lectura, en la belleza es lo segundo.
Ignoro desde cuándo tiene la Luis Ángel Arango esos horarios ridículos. Recuerdo, en mis años de bachiller y de universitario, haber estado en la biblioteca hasta horas de la noche, que era cuando podía uno acercarse a ella, culminadas ya las clases o la jornada laboral. Comienza a comprender uno por qué hay tan poca investigación en Colombia: porque hay muy pocas bibliotecas públicas en el país y las que hay están cerradas al público. Se pregunta uno, con estos horarios cómodos y absurdos de jornada de banco, qué debe hacer un investigador o un empleado para poder acceder a las bibliotecas públicas: ¿sacar vacaciones?, ¿renunciar al trabajo?
Por eso los movimientos culturales más importantes del país, en términos de conciertos, obras teatrales, exposiciones de arte, publicación de libros, filmación de películas… vienen de iniciativas privadas, porque las puertas del sector público siempre están cerradas.
@D_Zuloaga, atalaya.espectador@gmail.com