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Atalaya

Tiempo de gastar

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Juan David Zuloaga D.
24 de septiembre de 2020 - 03:00 a. m.
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Decía François de La Rochefoucauld —a mi juicio, el mejor y el más sutil de los moralistas franceses del siglo XVII— que «la avaricia es más contraria a la economía que la liberalidad». O, en lugar de avaricia, vale también ahorro.

Supongo entonces que esa idea, cara a las economistas de hoy, de que la salud de una economía se asienta en la capacidad de ahorro de las personas surgió tiempo después.

Sea como fuere, lo cierto es que la situación actual, tras la devastación que supuso para casi todos la pandemia, reclama más bien un actuar según la máxima de La Rochefoucauld, antes que un empeño en el ahorro como mandan los economistas de las escuelas que imperan en la actualidad.

Hoy la economía nacional tiene un desempleo superior al 20 % (y de más del 24 % en las principales ciudades). Tan sólo en el mes de abril se perdieron 5,4 millones de empleos en el país (24 millones de empleos se han perdido en América Latina y en el Caribe desde que comenzó la pandemia) y 140.000 empresas estarían en riesgo de cerrar en Colombia.

El panorama no puede ser más desolador. Sin embargo, para algunas personas la pandemia no supuso un sobresalto en la economía familiar: conservaron sus trabajos y mantuvieron idénticos salarios a los de antes de la pandemia (por no hablar de quienes han podido o han sabido sacar provecho económico de la coyuntura). Son ellos (o debieran serlo), entonces, los llamados a echar una mano en tiempos en que la situación se ha hecho insostenible para tantos. Es tiempo —para ellos— de apoyar a los artesanos del país, es tiempo de volver a los cines y a los teatros, es tiempo de comprar libros y obras de arte; esas obras que habían querido y que, en virtud de la mesura que reclama el ahorro, habían postergado durante tantos años. Es tiempo de remodelar la casa, de volver a recorrer Colombia y de parar en los estaderos de la carretera a almorzar, y es tiempo también de comer el postre en las tiendas de los pueblos. Es tiempo de tomar café con la familia o con los amigos en ese lugar que por causa de la pandemia tuvo que cerrar medio año y que ahora, esperanzado, vuelve a abrir las puertas.

Es tiempo, para quienes pueden, de echar una mano como mejor sepan, incurriendo en gastos de bienes o servicios que sean afines a sus necesidades y a su sensibilidad; es el momento de hacerlo. Vendrá de nuevo la ocasión de ahorrar y de ceñirse a los tristes imperativos de la economía de hoy. Por ahora parece que conviene proceder de otro modo.

Decía mi muy querido Vauvenargues, moralista exquisito del siglo XVIII y heredero y continuador en muchos aspectos de la filosofía de La Rochefoucauld, digo que decía el gran Vauvenargues que «aquel que sabe hacer provechosos sus gastos tiene una economía grande y noble». Y yo no puedo estar más de acuerdo.

atalaya.espectador@gmail.com, @D_Zuloaga

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Julio(2346)24 de septiembre de 2020 - 02:36 p. m.
¿De qué viven los vendedores de minutos cuando todos tenemos tiempo de sobra? ¿De la ilusión de que algún día los mandatarios cumplan sus promesas electorales? !Despertate Juan Pueblo!
Atenas(06773)24 de septiembre de 2020 - 02:21 p. m.
Zuloaga, en esta cultura nuestra, tan dada al idealismo, a presuponer mundos fantasiosos, donde campean las mas abstrusas teorías, y q' disponemos del afectuoso verbo q' todo lo explica, como esa insana maña de citar dizque a profundos pensadores, mejor nos convendría sin más vueltas, y con mayor talante práctico, aprender y aprehender de la cultura gringa. Estos tortuosos momentos lo enseñan
jorge(3336)24 de septiembre de 2020 - 10:37 a. m.
Juan David. Este esfuerzo reflexivo que haces por nosotros es muy interesante. Hoy podríamos decir que estamos en una encrucijada: gastar o no gastar y ahorrar. Esto último seguramente no sería lo mejor. Felicitaciones
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